Isaac y su familia abandona la montaña (la trama 49)

9:29 Pat Casalà 0 Comments


¡Buenos días! Ya he dejado atrás la montaña, la nieve y la tranquilidad que ofrecen esos parajes alejados de la conexión a Internet y de la vida cotidiana. Ahora toca volver a la realidad y caminar por el sendero de la rutina. ¡La suerte es que tengo las pilas recargadas! ¡Y que nada va a poder impedir que luche con uñas y dientes para sacar adelante El Secreto de las Cuartetas y el resto de mis novelas! Tarde o temprano se leerán, ¡estoy segura! De momento cada día algo se vende y los comentarios que recibo son positivos… ¡Visitad mi post en su blog (enlace)! Al teclear el nombre de la novela en el Google encontré estas referencias, ¿qué os parece?
Dejamos Los Cofres del Saber muy abandonados. Lo siento, este último mes ha estado cargado de emociones intensas que han desviado la capacidad de concentración de mi cabeza. ¡Demasiados datos danzando en su interior! Si os parece vamos a retomar la historia con Isaac y sus hijos, Thanos y Alysa. (Si alguien quiere saber de qué va la historia hay una pestaña llamada Los Cofres del Saber donde está desde el principio).
…Los años pasaron como un rayo. El cuerpo de Thanos se fue volviendo ágil, fuerte, musculado, atlético. Alysa se convirtió en una bella mujer de intensos ojos color avellana, larga melena castaña y fuertes músculos escondidos en un cuerpo de curvas perfectas. Los dones que la evolución les había concedido habían arraigado con fiereza en su interior y ambos conocían su potencial gracias a las enseñanzas de su padre.
Durante la adolescencia y la pubertad de los chicos Isaac había ido preparando a Kara para el anunciado regreso a la civilización. Isaac había confiado los secretos que albergaba a su mujer una noche lejana, al amparo de la luna de agosto, estirados en la estepa, mirando un firmamento repleto de estrellas parpadeantes que anunciaban un cambio en sus vidas.
Kara había pasado por muchas fases: incredulidad, rabia, incomprensión, aceptación, y, finalmente, ilusión. Al fin, cuando sus padres perecieron un crudo invierno y su hermano marchó en busca de una familia propia, Kara acabó aceptando formar parte del destino que su marido le había descrito.
Las visiones de sus hijos coincidían con las de Isaac. Los tres habían visto un futuro repleto de maldades perpetradas por los guardianes, de muertes, de venganzas, de dolor. Y los tres sabían que sólo ellos podían crear una estirpe de evolucionados capaces de localizar y neutralizar a esos guardianes.
Tenían una misión, un fin, algo por lo que luchar, aunque habían visto el dolor, la tristeza y los sacrificios que esa misión iba a significar. Los días de tranquilidad y sosiego en la montaña estaban tocando a su fin, tanto Thanos como Alysa eran capaces de bloquear con su mente los embistes de los guardianes y estaban preparados para integrarse en la sociedad que habían conocido gracias a sus viajes astrales.
En el corazón de Kara anidaba el miedo y la angustia. Sabía que no podía condenar a sus hijos a la soledad del bosque, que debía darles la oportunidad de amar, de casarse, de tener hijos, pero las huellas de los tormentos de su juventud seguían escritas en su cuerpo, en las cicatrices que llenaban su espalda, en los recuerdos que todavía la asaltaban alguna noche.
Cuando llegó la hora las lágrimas inundaron las mejillas de una mujer que había abandonado la inocencia muchos años atrás. Empezó a caminar con las pocas pertenencias que tenía envueltas en un hatillo, con la mirada húmeda puesta en su marido y en sus hijos y una intensa sensación de incertidumbre asida a su estómago contraído.
Durante unos meses caminaron bordeando las riberas de los ríos, construyendo efímeros campamentos donde pasar la noche, cazando y pescando para alimentarse, eludiendo cualquier poblado que se encontraban en el camino. Isaac, Thanos y Alysa sabían donde les conducían sus pasos, conocían su destino…
¡Os deseo un gran día!

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