Isaac y su familia abandona la montaña (la trama 49)
¡Buenos días!
Ya he dejado atrás la montaña, la nieve y la tranquilidad que ofrecen esos
parajes alejados de la conexión a Internet y de la vida cotidiana. Ahora toca
volver a la realidad y caminar por el sendero de la rutina. ¡La suerte es que
tengo las pilas recargadas! ¡Y que nada va a poder impedir que luche con uñas y
dientes para sacar adelante El Secreto de las Cuartetas y el resto de mis
novelas! Tarde o temprano se leerán, ¡estoy segura! De momento cada día algo se
vende y los comentarios que recibo son positivos… ¡Visitad mi post en su blog
(enlace)! Al teclear el nombre de la novela en el Google encontré estas
referencias, ¿qué os parece?
Dejamos Los Cofres
del Saber muy abandonados. Lo siento, este último mes ha estado cargado de
emociones intensas que han desviado la capacidad de concentración de mi cabeza.
¡Demasiados datos danzando en su interior! Si os parece vamos a retomar la historia
con Isaac y sus hijos, Thanos y Alysa. (Si alguien quiere saber de qué va la
historia hay una pestaña llamada Los Cofres del Saber donde está desde el
principio).
…Los años
pasaron como un rayo. El cuerpo de Thanos se fue volviendo ágil, fuerte,
musculado, atlético. Alysa se convirtió en una bella mujer de intensos ojos
color avellana, larga melena castaña y fuertes músculos escondidos en un cuerpo
de curvas perfectas. Los dones que la evolución les había concedido habían arraigado
con fiereza en su interior y ambos conocían su potencial gracias a las
enseñanzas de su padre.
Durante la
adolescencia y la pubertad de los chicos Isaac había ido preparando a Kara para
el anunciado regreso a la civilización. Isaac había confiado los secretos que
albergaba a su mujer una noche lejana, al amparo de la luna de agosto,
estirados en la estepa, mirando un firmamento repleto de estrellas parpadeantes
que anunciaban un cambio en sus vidas.
Kara había
pasado por muchas fases: incredulidad, rabia, incomprensión, aceptación, y,
finalmente, ilusión. Al fin, cuando sus padres perecieron un crudo invierno y
su hermano marchó en busca de una familia propia, Kara acabó aceptando formar
parte del destino que su marido le había descrito.
Las visiones
de sus hijos coincidían con las de Isaac. Los tres habían visto un futuro
repleto de maldades perpetradas por los guardianes, de muertes, de venganzas,
de dolor. Y los tres sabían que sólo ellos podían crear una estirpe de
evolucionados capaces de localizar y neutralizar a esos guardianes.
Tenían una
misión, un fin, algo por lo que luchar, aunque habían visto el dolor, la
tristeza y los sacrificios que esa misión iba a significar. Los días de
tranquilidad y sosiego en la montaña estaban tocando a su fin, tanto Thanos
como Alysa eran capaces de bloquear con su mente los embistes de los guardianes
y estaban preparados para integrarse en la sociedad que habían conocido gracias
a sus viajes astrales.
En el corazón
de Kara anidaba el miedo y la angustia. Sabía que no podía condenar a sus hijos
a la soledad del bosque, que debía darles la oportunidad de amar, de casarse,
de tener hijos, pero las huellas de los tormentos de su juventud seguían
escritas en su cuerpo, en las cicatrices que llenaban su espalda, en los
recuerdos que todavía la asaltaban alguna noche.
Cuando llegó
la hora las lágrimas inundaron las mejillas de una mujer que había abandonado
la inocencia muchos años atrás. Empezó a caminar con las pocas pertenencias que
tenía envueltas en un hatillo, con la mirada húmeda puesta en su marido y en
sus hijos y una intensa sensación de incertidumbre asida a su estómago
contraído.
Durante unos
meses caminaron bordeando las riberas de los ríos, construyendo efímeros campamentos
donde pasar la noche, cazando y pescando para alimentarse, eludiendo cualquier poblado
que se encontraban en el camino. Isaac, Thanos y Alysa sabían donde les
conducían sus pasos, conocían su destino…
¡Os deseo un
gran día!
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