Las rectas de cocina
¡Buenos
días! El otoño está aquí, lo siento en la oscuridad matutina, en las hojas
secas de los árboles y en el silencio que apaga el verano. Al respirar la brisa
de un día otoñal escuchas diferente que las jornadas de calor, sol, tranquilidad.
La lluvia
siempre me pone melancólica, es como si las gotas que caen en el exterior
entraran en mi cuerpo y lo regaran con nostalgia. ¡Me cuesta escribir cuando el
cielo está encapotado!
Ayer tenía
muchos planes necesarios para el funcionamiento de mi casa: mañana de recados, comida
en casa, un ratito de maquetación y ordenar armarios…
En un
altillo encontré el recetario de mi abuela que yo misma encuaderné de pequeña,
cuando ella me daba clases de cocina en su casa y yo la escuchaba ávida de sus
lecciones. ¡Qué ilusión me hizo releer aquellas recetas caseras que olvidé por
completo años después!
Tras hojear
las páginas descubrí cómo crecía en mi interior el deseo de volver a cocinar,
de recordar aquellos días en su cocina de la calle Sepúlveda, las mañanas en
las que bajábamos a la pastelería del portal adyacente al de mi abuela y me
compraba unas madalenas buenísimas en forma de flor.
Fueron años
maravillosos, de cercanía, de cariño, de emociones… Recuerdo tanto su casa…, la
uso continuamente en mis novelas, es como si necesitara dejar una huella de ese
lugar para sentirme viva, para no olvidar a mi abuelo sentado en el sillón
orejero del salón, sentándome en su regazo y adivinando lo que comí ese día con
un juego que me alucinaba.
Al leer las recetas
recordé el día exacto en el que las encontré y decidí encuadernarlas. Debía
tener unos doce años, la edad de mi hija pequeña. Mientras jugaba en el salón
de decoración antigua me fijé en una caja acolchada que acumulaba polvo en una
estantería cercana a la ventana. Era una caja forrada de tela marrón con filigranas
en forma de flor bordadas en el tejido sedoso.
Entonces ya
era aficionada a inventarme misterios, tramas, conspiraciones. Antes de descubrir
su contenido me pasé una media hora fantaseando con códices secretos, cartas
comprometidas, el mapa de un tesoro…
Cuando la
abrí una sonrisa afloró en mis labios, era un pequeño tesoro para mí, una
manera de que mi abuela me acompañara a lo largo de toda mi vida. Leí las recetas
una a una y me relamí los labios al recordar sus platos. ¡Era tan buena cocinera!
Mi abuela
entró en el salón veinte minutos después y se sentó a mi lado en el sofá, bajo
la ventana que daba a un patio interior, para mirar conmigo aquellos papeles ajados
y un poco amarillentos que contenían sus muchos años de experimentación con los
fogones.
Fue una
tarde emocionante, sobre todo cuando mi abuela me regaló las recetas con la
promesa de que las guardaría bien y de que les daría uso en el futuro. Asentí
solemne, con la convicción de que me serían muy útiles.
Esa tarde
regresé a mi casa con una sonrisa triunfal en los labios. Busqué en mi
habitación un lugar digno para algo tan valioso, y me decidí por un carpesano
forrado con las fotos de mis artistas preferidos: Madonna, Mecano, Olivia Newton
John, John Travolta (era la época de Grease), Spandau Ballet, Duran Duran… ¡Si
os digo la verdad hay tantas fotos que no recuerdo quiénes son!!!
Durante un
par de horas me dediqué a ordenar de manera lógica las recetas, las enganché en
folios y me preparé un índice bien estructurado donde las clasifiqué por: Primeros
Platos (ensaladas, sopas, pastas, verduras y varios), Segundos Platos (carnes,
pescados, huevos y varios), Postres (coco, fruta, pasteles, helados y varios) y
Complementos (pan, salsas y bebidas).
Una vez
tenía las hojas preparadas busqué fotos de los ingredientes en revistas de cocina,
los recorté e hice un collage en cada una de las recetas. ¡Desde luego lo de ser
organizada me viene desde pequeña!
¿Sabéis qué
más había en el carpesano? En uno de los separadores, que por alguna extraña
razón era del Pato Donald, encontré algunos versos cortos que componía de pequeña:
Quería ser
tu novia,
llenar tu
corazón,
pero cuando
ahora te miro,
sólo veo tu
traición.
El amor es
algo mágico,
Surge por
casualidad,
Puede ser
trágico,
O concederte
la felicidad.
¡Hay
muchísimos más! Jajajajaja. ¡Feliz domingo! J
¡Ay las abuelas! Tengo grandes y buenos recuerdos de ambas y también están, algunos de ellos, relacionados con la comida (arroz con leche, patatas asadas...).
ResponderEliminarFeliz domingo (hoy casi no llego, pero es que me lo he tomado -casi- "sabático" ya que me tocaba día de nieto... ojalá a él también le queden buenos recuerdos de su abuela cuando sea mayor y yo ya no esté. De momento siempre me dice: "abuela, me lo paso muy bien contigo").
Estoy completamente segura de que tru nieto tendrá un gran recuerdo de su abuela, ¡conociéndote no puede ser de otra manera! ¡BESOS!
EliminarEsas recetas que pasan de mano en mano, de una generación a otra... ¡Cuántos momentos van con ellas! Tantos recuerdos...
ResponderEliminarUn abrazo, Pat.
¡Un abrazo Pilar!! :-)
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