Un relato matutino...
¡Buenos
días! La vista de la mañana que me ofrece mi ventana me anuncia un día gris,
lluvioso y apático, uno deseos días en los que me apetece meterme dentro de la
cama tapada hasta la nariz, con el portátil en el regazo y las ideas llenando
el silencio de la casa.
¡Tengo
tantas cosas en la cabeza! ¡Creo que un día me va a estallar! Es como si fuera
un vaso que se llena con gotas de imaginación y se vacía a sorbitos, dejando
poco espacio para los nuevos proyectos. Al final rebosa por exceso de líquido…
En estos momentos
mis proyectos literarios me ahogan: estoy con una nueva revisión de La Luna de
Ónixon, a la vez acabo de recibir las últimas correcciones de El Secreto de los
Cristales, así que maqueto y arreglo los errores, y también avanzo con la
rescritura de Géminis… ¡Y encima saco tiempo para ir a trabajar, para ocuparme
de las comidas, de los desayunos, de la compra, de la casa, de ir al gimnasio,
de escribir cada mañana en el blog, de buscar entrevistados, de preparar las
entrevistas, de promocionar las novelas….! ¡Uffff! ¡Me estreso solo con
pensarlo!!
Hoy tenía
ganas de escribir un pequeño relato, ¡A ver si os gusta!!!
Puri caminó
despacio por las rocas. El aroma a salitre acompañaba a las gotas de agua que
desprendía el mar al romper contra el malecón. Una fina capa de nubes escondía el azul del
cielo y aumentaba la humedad ambiental. Puri se arrebujó en la gabardina para
ahogar un escalofrío.
Antes de sentarse
en la roca que tantos recuerdos le traía se quedó de pie, con la mirada puesta
en el horizonte y las emociones a flor de piel. Exhaló un profundo suspiro,
entrecerró los ojos y se sentó con movimientos lentos, como si su cuerpo se
resistiera a ocupar de nuevo aquel lugar que despertaba recuerdos de otros
tiempos.
Los años dejaron
su huella impresa en el rosto de Puri, ya no era aquella adolescente soñadora
que se pasaba las horas fantaseando con un futuro maravilloso. Por suerte nunca
dejó su idealismo a un lado y luchó con brío para alcanzar unas metas que ahora
se desdibujaban en una niebla opaca.
Una débil sonrisa
iluminó su rostro apergaminado. Acarició el lomo de la libreta con tapas
granates que guardó durante toda su vida, una libreta que se llenó de palabras
en ese asiento que ahora la cobijaba. Al cerrar los ojos volvió a convertirse
en una Puri joven que garabateaba a escondidas del mundo, que se aislaba para
componer frases que exudaran los sentimientos que la embargaban.
“Aquí,
sentada en una roca, mientras la blanca espuma del mar me moja la cara, escribo…”
Esos versos la acompañaron toda la vida, era su grito de esperanza, su refugio
tras un día horrible, su lema indiscutible. Recordar aquellas frases le traía
paz, sosiego, instantes de libertad.
Recorrió con
la mirada el mar embravecido. El viento se enredó en sus bucles negros y le
erizó la piel. Con las manos enguantadas se arropó con la gabardina, el
silencio la envolvió con sus notas armoniosas.
Llevaba mucho
tiempo sin escribir, la emoción de las palabras se quedó en unos años de
entrega, de lucha, de superación, de credibilidad y de expectativas rotas, unos
años que la llevaron a deambular por un tiovivo de emociones y que le enseñaron
cómo podía vencer sus limitaciones sin perder su identidad.
Los ojos se le
humedecieron de repente. La vida la trató bien, consiguió situarse en una buena
posición, con un trabajo que colmaba sus aspiraciones, una familia que la
quería, un matrimonio sólido, unos hijos, unos nietos,… No podía sentirse más
querida ni más plena, a pesar de que siempre soñó con otra madurez, con otra
vida, con otras aspiraciones.
Con lentitud
se sacó el guante de la mano derecha; primero el pulgar, luego el índice, el
medio,… Se mordió el labio inferior para reprimir las cosquillas en el abdomen
que la asaltaron. Cuando agarró la pluma Montblanc granate, que le regalaron al
cumplir los dieciocho años y que guardó como un tesoro durante toda su vida, una
exhalación, nerviosa y cálida a la vez, recorrió cada milímetro de su cuerpo.
Abrió la
libreta y pasó las páginas, parándose en algunas de sus poesías infantiles,
releyéndolas para trasladarse a ese momento del pasado y absorber el idealismo que
la acompañaba entonces. Quedaban dos hojas en blanco que reclamaban su
atención, dos hojas que querían palabras, frases y párrafos.
Parpadeó para deshacerse de las primeras lágrimas.
Sentía una mezcla de ilusión, pánico, angustia, esperanza. Respiró despacio
antes de apoyar la plumilla en el papel.
Las primeras
palabras salieron pausadamente, con dificultad, como si la desmemoria de la
falta de costumbre entorpecieran sus trazos. A los pocos segundos Puri sintió
la magia de la inspiración, aquel hormigueo que la transportaba a los mundos paralelos y le
reportaba libertad de acción.
Y la tarde
le pasó en un suspiro, devolviéndole aquella vocación que la ayudaría a caminar
por la madurez con ilusión.
¡Feliz día! J
¡Genial el relato! Un relato que bien podría ser el comienzo de una novela.
ResponderEliminarFeliz sábado.
¡Gracias Pilar! Lo guardo para futuras novelas... ¡BESOS!
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