¡A vivir el sábado!
¡Buenos días!
El sábado se despierta melancólico, con unas nubes que descargan su agonía
sobre las calles y ennegrecen el cielo que ayer lucía de impoluto azul. El olor
a humedad me llega mezclado con el de las hojas que se remueven en el suelo de
mi terraza arrastradas por una débil brisa que apenas se oye. El silencio se ve
empañad por los correteos de unos niños que han venido a dormir a casa de sus
abuelos, sus risas y alegrías envuelven la tranquilidad de la mañana y me
arrancan una sonrisa.
Hace frío, un
frío húmedo que se cuela por la piel y despierta escalofríos. Es como si se
enredara en mi interior y me llegara a los huesos, como si no quisiera irse,
como si su intención fuera demostrar su absoluto reinado en el día de hoy.
Me he metido
en la cama y me he tapado con la manta hasta arriba. ¡Me encanta estar
arrebujada con el nórdico durante horas! Tengo todo lo que necesito: el portátil,
mi imaginación y mi ilusión.
Mi decisión
de dejar a la agencia literaria en enero me ha aportado tranquilidad, sosiego, escasez
de ansiedad y un conato de recuperación de la autoestima. El hecho de no
pasarme los días esperando respuestas, propuestas o interés por mí o por mi
trabajo ha rebajado a cotas mínimas aquella sensación opresiva en el pecho cada
vez que consultaba el mail o que
esperaba algo que nunca podía llegar.
Ayer por la
noche me sorprendí con la felicidad de un pequeño instante, uno que quedará
asido a mi memora. Fue algo tan cotidiano, tan normal, tan absolutamente fácil.
Fui con mi marido a la pescadería a comprar una cena de capricho: gambas,
navajas, mejillones, ensalada y champiñones… Cuando llegamos a casa pusimos música
y nos quedamos en la cocina preparándolo todo. Cuando empecé a canturrear
mientras cortaba el tomate y cocía los champiñones en el Lékué, sentí una
agradable sensación de felicidad, una de aquellas que te dicen: Pat, tienes
todo lo que deseas…
Siempre os
digo lo mismo, y lo mantengo, se debe buscar la felicidad en los pequeños gestos,
en las miradas inocentes, en los instantes dichosos. Y todos debemos navegar a la
deriva en algún momento, dejando que las olas nos mezan, que la corriente
dirija el timón de nuestras vidas y que la marea decida el momento óptimo para
subir.
Necesitaba
deshacerme de mi indecisión, de aquella atadura invisible y absurda que me
mantenía conectada una ilusión alejada de la realidad. Lo cierto es que ahora
no me siento mal ni melancólica ni triste ni creo que haya perdido nada importante,
de hecho me percato de que nunca tuve demasiado, solo unas migajas de un tiempo
escaso…
Últimamente
el blog sube de visitas, hay más comentarios, los seguidores aumentan y la
gente regresa a leerme. ¡Es tan gratificante escribir y ser leída! Así que
gracias, lector, gracias por estar aquí, por no leerme en diagonal, por
continuar con la vista puesta en estas líneas. ¡Formas parte de mi sonrisa!
Y ayer pasó
algo maravilloso, ¡vendí un ejemplar de cada una de mis novelas! No sé si hoy o
mañana o pasado vendré alguna, pero saber que siguen vivas, que hay gente
dispuesta a leerlas, me emociona intensamente…
Quiero
presentaros el último de los book trailers, el de La Luna de Ónixon. ¡Es
precioso! Como los otros dos es obra de Salvador Ortiz, de la empresa
VissualBook.
¡Os deseo un
gran día! J
Un muy feliz sábado.
ResponderEliminarComo sabes, ayer terminé "La luna de Ónixon". Una historia que me ha tenido enganchada queriendo saber más, queriendo saber qué iba a pasar. No me ha defraudado en absoluto.
Tienes una gran imaginación y no solo eso sino que la desarrollas muy bien a la hora de "maquinar" historias. Os admiro a las personas que sois capaces de crear esos mundos paralelos :-)
¡Mil gracias Pilar! Me alegro de que La Luna de Ónixon te haya mantenido enganchada... Ya sabes que me da un poco de miedo esta novela... ¡BESOS!
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