¡Decisión tomada!
¡Buenos días!
Estoy metida en la cama con la sábana hasta la nariz y el portátil abierto en
el regazo, como siempre. El día es gris, apático y melancólico, con un cielo
lleno de nubes agonizantes que pronto se desharán en una tromba de agua y
humedecerán el ambiente. Hace frío, un frío seco que congela momentos,
ilusiones, sueños, quimeras… La cadencia de la mañana alimenta la decisión que
se ha fraguado despacio, tras semanas de darle vueltas y más vueltas, de
esperas infructuosas y de realidades aplastantes.
Durante años
he vivido una realidad distinta a la que debería, me he negado a ver lo que mis
familiares y amigos clamaban a gritos, he cerrado los ojos y he vuelto a ser
aquella niña frustrada que luchaba contra viento y marea para demostrar que las
profesoras no tenían razón, pero que siempre fracasaba en su empeño.
Pasarse la
infancia y la juventud escuchando constantemente que nunca lograrás tu sueño,
que tus limitaciones son demasiado cortas como para superarlas puede
desestabilizarte emocionalmente y hacerte tirar la toalla o, como en mi caso,
desear vencerlas para demostrar que están equivocadas.
Mi camino no
fue recto ni sencillo. Me equivoqué en muchísimos momentos, actué de manera
impulsiva en otros, intenté alcanzar una meta imposible y me esforcé tanto en
conseguir la vida deseada que cada vez que me enfrentaba a un fracaso me
levantaba de mis cenizas y volvía a empezar de cero, siempre buscando la manera
de superar las trabas, con la esperanza de que valía la pena, de que lo
conseguiría, de que llegaría el día en el que las profesoras verían que estaban
equivocadas.
Quizás el regusto amargo de haberlo intentado
durante años con un fracaso tras otro me dejó una huella profunda en mi
interior, o quizás mis esfuerzos no hayan caminado en la dirección correcta. A
veces me pregunto qué hubiera pasado si esa desbordante imaginación que me
empujaba a trabajar cada día con mas ahínco no fue un palo en las ruedas del
vehículo en el que transito por la vida. ¿No hubiera sido más sencillo olvidarme
de escribir y dedicar mi lucha a mejorar en mi profesión remunerada?
Ahora es
absurdo lamentarse. Deseaba convertirme en escritora y, aunque no sea una de éxito,
he logrado escribir siete novelas y cometer cada vez menos faltas y pulir un
poquito mi estilo e ilusionarme en muchísimos estadios de esta batalla. Así que
no puedo negar que crear, fantasear, escribir y soñar me han reportado
felicidad.
La analogía
con mi infancia viene al caso cuando analizo estos últimos siete años de mi
vida. Creo que he sido una idiota, sí, eso, una idiota idealista, crédula, fiel
y absurdamente acomplejada por esa sensación de pasado que me ha nublado la
vista. Y con eso no quiero decir que esté deprimida ni agobiada ni nada
parecido, sencillamente constato la realidad que me he negado a aceptar durante
demasiado tiempo.
Largas
esperas ansiosas, expectativas creadas que se derrumbaban con un simple
soplido, estudio, trabajo, esfuerzo, ilusión y una fidelidad absurda y mal
entendida. A veces es importante mirar a la cara a los sentimientos y
analizarlos lentamente, como si fuéramos un cirujano que corta cada tejido con
suavidad hasta llegar al órgano afectado.
Me he pasado
estas dos últimas semanas dudando, con un nudo en la garganta, esperando como
siempre a que la luz borrara la oscuridad de todo este tiempo, con la sensación
de que debía parar de creer en algo que sólo me ha reportado desidia y falta de
autoconfianza, porque cada vez que me pasaba horas trabajando a destajo recibía
una nueva crítica global, un «no sabes suficiente», un «te falta técnica, dale
otra vuelta»,… ¡Lo mismo que cuando era jovencita! Y durante siete años he
escrito, reescrito, pulido, trabajado, aprendido, luchado, pagado por avanzar
y, sobre todo, no he escuchado las voces de mi alrededor que me advertían de que
ese no era el camino, que eran demasiados años, demasiada espera, demasiada
falta de comunicación.
Mi decisión
es clara, quizás no sea suficiente buena, las novelas en Amazon se venden, pero
no mucho; quizás sea una ingenua idealista con un sueño inalcanzable, pero sé
que no quiero pasarme la vida al lado del email
ni con la sensación de que no vale la pena continuar adelante, sé que hay un
momento para decir basta, para entender que las cosas deben ser diferentes y
que aunque no consiga mi objetivo necesito encontrar algo real que esté detrás
de mí y no un espejismo que me causa ansiedad, frustración y falta de inspiración.
Así que creo
que mañana saltaré al vacío y aprenderé a continuar sola, al fin y al cabo no
diferirá mucho de cómo he estado estos últimos siete años…
¡Feliz día! J
¿Quiere esto decir que has tomado la decisión de olvidarte de editoriales y agentes literarios?
ResponderEliminarPorque quiero suponer que la decisión no es dejar de escribir, espero.
Y no, no te pases la vida esperando un email: vive la vida, disfrútala, haz lo que te apetezca, lo que te guste y, sobre todo, disfruta de tu familia, de tus amigos, de tu gente, y de la vida que te rodea.
Un gran abrazo y un muy feliz sábado.
Quiere decir que las cosas no son como yo pensaba... ¡Pero no por eso me desanimo! ¡Gracias por estar siempre ahí! ¡BESOSSS!
Eliminar¡Felicidades, Pat! ¿Y qué saben ellos de técnica o darle la vuelta? ¿Que no sabes suficiente, que nunca lograrás tu sueño? ¡Cómo se atreven! Igual que cuando eras jovencita... Con todo respeto hacia tus familiares y amigos, ellos tampoco lo saben. Solo lo sabes tú. Sigue tu intuición, ¡demuéstrales que están equivocados! Si escribes como otros quieren que escribas, puede que vendas más, pero no estarás siendo leal contigo misma. Al final los que juzgan son los que leen y hay lectores de todos tipos; encontrarás tu público, seguro.
ResponderEliminar¡Gracias Carmen! Cuando era pequeña el problema no era mi familia, eran las profesoras. Soy disléxica y eso me afectaba principalmente a la lecto-escritura... Y sí, tienes razón, he de escribir lo que me gusta y creer en ello. ¡BESOS!
EliminarPues no he acabado de entender muy bien cual es esa decisión...
ResponderEliminarPero bueno, sea lo que sea, si lo tienes claro y estás animada: adelante!
Besos
¡Gracias Lola! Es algo a lo que le he dado muchísimas vueltas, creo que demasiadas... ¡BESOS!
EliminarNadie salta solo al vacío, Pat.
ResponderEliminarEn cualquier caso te estaremos acompañando.
Un abrazo.
¡Gracias Pilar! ¡Que estés ahí es importante para mí!
Eliminar¡BESOSSS!