Trabajar cara al público

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Hace una mañana horrible, las nubes amenazan con encapotar el cielo de manera permanente y se palpa humedad en el ambiente, como si de un momento a otro fuera a caer una lluvia intensa. No me gustan estos días, me apagan y me ponen triste y melancólica.
Ayer me permití una frivolidad, una de tantas de las que cada día nos asaltan por la calle. No suelo dejarme influenciar por estas cosas ni me lanzo de cabeza a compartir con vosotros las causas de mis emociones, pero hay momentos en los que solo te queda el derecho al pataleo.
Supongo que mi afición por las compras de ropa, zapatos y bolsos viene impuesta por los años de trabajo cara al público en las tiendas que tenía mi familia. Era un empleo que me gustaba, lo compaginaba con las tareas administrativas, fiscales, financieras y contables de la empresa, de manera que mis horarios de tienda se reducían a las mañanas.
Fue una época agradable, el trato con las señoras solía ser cercano y, salvo excepciones, me aportaba mucho. Prepararles los conjuntos, cuidando hasta el último detalle, pensar cuál era el estilo apropiado para cada una, darles la mejor opción para resaltar sus cualidades formaba parte de una jornada entretenida y creativa.
Tengo clarísimo cómo es ese trabajo, recuerdo el funcionamiento interno de una tienda, la manera en la que se deben tratar a las clientas para fidelizarlas y cuándo una de ellas tiene pinta de regresar, por eso me molestó tanto su manera de actuar, porque yo solía priorizar la atención a las personas, ser lo más amable posible e intentar que quedaran contentas.
Es cierto que muchas veces las apariencias engañan, que en algunos momentos entraba una señora por la que no apostarías nada y acababa pagando una fortuna, y al revés. Por eso aprendí que lo más importante era no prejuzgar y darles a todas el mismo trato, nunca se sabe qué sucederá y cualquier venta es importante.
Aprendí muchísimo en ese periodo de mi vida, fueron quince años cara al público, con momentos difíciles y otros más tranquilos. Cuando empecé necesitaba el baño de humildad que concede este tipo de trabajo. Una de las lecciones más interesantes fue descubrir el efecto de la amabilidad en las personas malhumoradas. Si alguien te habla mal hay que ser más agradable de lo normal, al final le dan la vuelta a su estado de ánimo y les arrancas una sonrisa.

¡Feliz día! J

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