Un sofá incómodo

10:01 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Fin de semana gris y de muchos quilómetros de carretera… Tenía ganas de tumbarme al sol de primavera para coger un poquito de color, pero el tiempo se ha rebelado contra esa posibilidad.
Ayer fue el cumpleaños de mi cuñado, el primero que pasa sin su mujer, por esto hoy queremos celebrarlo todos juntos con una paella buenísima en casa de mi suegra. Seguro que será una comida magnífica, con risas, ilusiones y muchas anécdotas para relatar.
Desde luego las noticias de Tailandia nos tienen a mi marido y a mí pegados a Internet muchas horas, así que puede ser un magnífico tema de conversación mientras nos zampamos el arroz con una sonrisa.
Cuando amueblé mi casa de la Cerdanya tenía un presupuesto muy ajustado, así que me pasé los meses de construcción yendo cada quince días al IKEA con el plano en una mano y un centímetro en la otra. Me conocía la tienda de memoria, cada uno de sus atajaos y de sus secciones.
Me distribuí la tarea de elegir los muebles por zonas. Un día tocaban las camas y las literas con las mesillas de noche, otro los baños, al siguiente el salón… Fue una tarea impresionante. A medida que decidía cuál sería mi compra para una estancia en concreto dibujaba los muebles en mi plano, los ubicaba bien y los sumaba a la lista de la compra en una libreta. Anotaba el nombre del mueble, la referencia, el color, el precio y dónde irlo a buscar en la parte de abajo del almacén.
Tras cinco meses de visitas intensivas tenía un Excel con el total de compra, las referencias, los lugares para recoger los muebles… Recuerdo el día que fuimos con mi marido a comprarlo todo, nos llevamos a un gran amigo para que nos ayudara, ¡llenamos siete carros enormes!
Como mi casa está en Francia en IKEA no nos lo traían, así que contratamos a un camión para que hiciera el transporte. Salimos fuera a la calle cargados hasta las cejas, arrastrando los carros y subiendo los bultos al camión. Acabamos destrozados.
Días después llegó la mercancía a mi casa de Estavar. Uffff, cuando vi las cajas apiladas en cada uno de los pisos me di cuenta de que iba en serio, el trabajo de montaje iba a ser largo y tedioso. Era principios de julio, por suerte las horas de luz natural eran largas y nos cobijaban durante el tiempo suficiente.
A partir de ese sábado nuestros fines de semana se convirtieron en diez horas de montaje IKEA en una casa sin luz ni agua. A los niños les poníamos películas en el portátil y solo salíamos para comer algo. Montamos dos literas, dos camas de matrimonio, dos armarios altísimos, el salón, los dos baños, las mesillas de noche, mi armario por dentro…
Y un día por fin estaba todo preparado para habitar la casa… Entonces nos dimos cuenta de un error: ¡el sofá que habíamos comprado era incomodísimo! Claro, tanto medir, ubicar y contar, se me pasó lo esencial: ¡sentarse a probar si era cómodo!
Total, que nos hemos pasado casi siete años con él, quejándonos cada vez que lo usábamos. Este año al fin nos decidimos a cambiarlo y ayer nos trajeron nuestra magnífica compra. ¡Qué cómodo es!
¡Feliz día! J



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