Sigo muy dispersa
¡Buenos días! Sigo total y absolutamente dispersa
en la escritura, sin demasiados deseos de avanzar en nada. Es como si mi cabeza
se negara a pensar en las historias, incluso me cuesta releer. Para no
estresarme me dedico a ver series en inglés, a volver a bailar, a trabajar a
tres mil por hora y a sonreír.
Muchas veces las conversaciones con mis lectoras
beta me ayunan a encontrar fallos importantes en el contenido de las novelas.
Ellas son más objetivas a la hora de valorar la manera en la que se desarrolla
la trama y señalan puntos flojos. La semana pasada envié los últimos dos
manuscritos para su valoración y espero con ansia sus comentarios, la opinión
de la avanzadilla no coincide demasiado con mi punto de vista y, a pesar de
pulir algunos escollos gracias a sus evaluaciones, ahora necesito más puntos de
vista para acabar de ver si mi radar de historias está averiado.
Quizás me dejo llevar por la fuerza de mis
sentimientos y no veo más allá de mis narices, todo es posible. Nunca había
sentido la fuerza arrolladora de la trama crecer en mi interior mientras creaba
como con CDTEAT. Durante el mes y medio que duró la escritura me sentí literalmente
abducida, me pasaba las horas del día y la noche pensando en la trama, con una
necesidad imperiosa de darle consistencia escrita. Era como si escribir fuera
la única manera de avanzar, de descubrir cada instante, de vibrar con los
protagonistas.
Ahora me cuesta encararme con algunas críticas,
aunque suelo hacerles frente con la intención de mejorar. A veces, cuando
escribes con una emoción intensa, es difícil escuchar opiniones contrarias a mi
idealismo, pero la única actitud coherente para aprender es ponderar cada
crítica constructiva para caminar hacia un perfeccionamiento de la técnica.
Estas vacaciones me leí la última novela de la
serie Forastera de Diana Gabladon: Escrito
con la sangre de mi corazón. Tardé menos de una semana en devorar las mil
páginas en la versión digital. El libro era caro para ser un ebook y me quedé
muy sorprendida por las faltas tipográficas en la maquetación y algunos fallos
en la corrección o la traducción de la novela.
Necesité releer cuatro veces un diálogo para
entender que se habían equivocado en el nombre de la persona que hablaba y por
eso era incoherente, la puntuación al final de las comillas o los paréntesis
era diferente en diversas partes del libro, sin definirse y encontré algunas
faltas ortográficas y algunas coletillas en la traducción que no acabaron de
convencerme.
Me parece increíble que Planeta cobre doce euros por
un libro maquetado así, pero es lo que hay. En cuanto a la historia, me gustó
un poco menos que las anteriores, pero es adictiva. Diana Gabaldón tiene la
virtud de enseñarnos la historia a través de sus letras y me fascina su
narrativa fluida y maravillosa.
¡Feliz día! J
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