Luz y color

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Hay luz en mi corazón y las estrellas parpadean en un universo despejado que por fin me deja ver la luna. Sonrío como una tonta, con mil cosas en la cabeza, incapaz de escribir con coherencia ni de centrarme en algo sin conmemorar cada uno de los giros inesperados de mi vida este último mes.
Recuerdo mis años de inseguridades, de miedo a saltar sola al vacío, de sensaciones intensas que me llevaban a quedarme quieta en un rincón a la espera de aprender a escribir, de hacer una obra redonda, de entusiasmar a un editor gracias a la gestión de mi agente literaria.


Fueron años de emociones encontradas, de ansiedades, de ilusiones que al cabo de pocos días se desvanecían como un castillo de naipes suspendido en el cielo, de esperanzas rotas por esperas interminables donde mis e-mails se perdían en el ciberespacio y los meses sumaban sin respuestas ni noticias importantes.
Aquella imagen idílica e inocente que tenía al principio fue desaguándose por una alcantarilla hasta llegar a un mar de angustias que se ocuparon de dejarme hastiada y cansada de esperar un imposible.


La parte positiva de esa época fue que no dejé de escribir ni de leer ni de entusiasmarme con cada novela. Las charlas a la vera de una comida conseguían guiar algunos de mis pasos y me daban pistas importantes para enderezar pequeños escollos en mi técnica. Sin embargo vivía en medio de un torbellino de ansiedad, donde cada paso costaba gotas y sudor.
Hubo instantes en los que estuve a punto de cortar las cadenas, de volar sola, pero me aterraba no encontrar nunca más a alguien que creyera en mis historias. Esos casi diez años de esperas infructuosas me dejaron un pozo de desazón y falta de confianza en mí.


Pero un día me quedé sola, las cadenas cedieron al paso del tiempo, al óxido, a la falta de engranaje y me soltaron en un mundo de fieras salvajes. Tardé unos días en vencer el vértigo en el estómago, en caminar sin sentir bocas hambrientas a punto de devorar mis ilusiones. Y empecé a escribir romántica, a descubrir la emoción de trazar las aventuras de mis personajes sin esperar las críticas ni los lectores ni la respuesta de editoriales a las que no les mandaba mis manuscritos.
Dejé de esperar, de sentir que la culminación de mis desvelos con la escritura era llegar a una librería, de soñar en imposibles. Mi grupo de betas me bastaba para sonreír, la conexión con los protagonistas era una fuente inagotable de suspiros y alegrías. Crear era el medicamento a la frustración.


Hace pocos meses decidí dar el salto de nuevo, volver a mandar los manuscritos a editoriales con una manera distinta de ver la situación, sin esperanzas, pero con tesón. Y llegó el primer sí. Fue una explosión de alegría, una sensación increíble de la que todavía no me he deshecho.
En el último mes han llegado cuatro nuevos síes, uno de ellos gracias a enviar mi primera romántica adulta a un concurso del que no esperaba nada. Me cuesta creérmelo, lloro al pensar en ello y siento unas cosquillas intensas en el estómago al imaginar el futuro.


Ayer compartí esta alegría con mi antigua agente. Necesitaba decírselo, aunque el tiempo nos haya separado y la vida de ambas tenga una dirección opuesta. Es bonito acordarse de quien ha recorrido parte del camino conmigo, sin olvidar nunca los buenos momentos. Porque de una situación adversa siempre queda algo maravilloso que nunca se olvida.

¡Feliz día! J   

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