Dar las gracias
¡Buenos días! La casa duerme, apenas escucho el
rumor de la ducha en el lavabo de mi hijo. Suspiro. Ayer fue un día intenso,
entre las horas dedicadas al trabajo remunerado, los recados con mi hija y un
par de horas de corrección de CDTEAT, apenas conté con tiempo de pensar.
Me propuse tres cosas al empezar el año. Poco a
poco cumplo la agenda, sin perder la sonrisa ni la constancia en la parte que
depende de mí. La perseverancia siempre ha sido uno de mis atributos y no la
voy a perder ahora.
Dar las gracias a las personas que me acompañan en
el camino de la vida es importante, porque muchas veces su compañía consigue
desterrar los malos días o vencer un conato de ansiedad que lucha por apoderarse
de la serenidad.
Mi familia es la piedra angular de mi felicidad.
Ellos siempre están ahí, aunque muchas veces no acaben de comprenderme. No es
fácil lidiar con una mente como la mía, ávida de darle vueltas a mil ideas
durante las horas del día, sin detenerse nunca.
Cuando me siento a escribir ladro si me hablan, es
como si sus preguntas atentaran contra mi concentración. Son mis momentos, las
horas que dedico a escribir se convierten en un refugio donde me evado para
permitirle a la imaginación dejar una huella impresa de sus desvelos.
Sin mis dos lectoras beta más críticas no
conseguiría avanzar en la correcta mejora de las novelas. Al terminar un
manuscrito mi cuerpo sigue unido a la trama con una intensidad demasiado
elevada como para asumir las críticas. Me cuesta escucharlas, las rebato con terca
obcecación, sin pararme a interiorizar en ellas.
La parte positiva es que al cabo de unas horas
hacen mella en mí, lentamente, como unos rayos de luz que se vislumbran dentro
de la niebla. Esos comentarios cristalizan en mi mente de manera paulatina y acaban
por ser la guía a la hora de retomar la corrección de la novela cuando he
cortado el cordón umbilical con ella.
A veces les doy las gracias a las lectoras beta,
porque me leen, me escuchan y no se contentan con mis argumentos para defender
el primer borrador, siguen diciéndome exactamente donde ellas piensan que
patina la narración y me ayudan a darle la vuelta positivamente.
No todo el mundo tiene la capacidad de decir con
buenas palabras que un manuscrito le parece aburrido, sin enganche o con fallos
a alguien que espera una buena crítica. Sin esa valentía tendría varias novelas
mal hilvanadas o con fallos de estructura graves.
Así que gracias a las personas que a nivel privado
desmontan cada uno de mis manuscritos y consiguen darme una visión objetiva de
cómo encarar la corrección. ¡Sois las mejores!
¡Feliz día!
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