Divagación matutina
¡Buenos días! Ayer fue un día de
nervios, me costaba centrarme en el trabajo y me costó un gran esfuerzo
realizar las tareas impuestas para terminar la jornada, pero conseguí hacerlo y
me siento bien por ello.
Escribí poquito, al llegar a casa tenía
un sinfín de cosas en la cabeza, el cuerpo en tensión y la mente altamente
dispersa, sin capacidad de concentrarse en Zack o en Julia. Cuando estoy así la
única manera de serenarme es ponerme algún vídeo de escenas románticas o
interesantes.
A medida que avanza la trama de la
novela veo con mayor claridad el final de la historia y a veces fantaseo con
posibilidades remotas. Ayer planteé otros finales al que escribí hace un mes,
jugueteé con la remota idea de no acabarlo así y por un momento me di cuenta de
que también funcionaría. Aunque al final decidí que yo no sería feliz con ese
giro argumental.
En la vida real me pasa lo mismo. Hay
instantes en los que me imagino tomando una dirección diferente a la que se
abre frente a mí, arriesgándome a dar un paso hacia otro lado, a saltar al
vacío. Algunas veces tomo la decisión acertada de cambiar de rumbo y otras sigo
el trazado, porque me hace feliz.
No he dormido mucho, eso en mí es
normal. Durante el día de hoy tengo un sinfín de obligaciones distintas a las
habituales: ir a una conferencia, al notario y preparar una información para
mandar. Tengo poca energía, pero voy a afrontarlo con emoción.
Espero una respuesta que pude abrir las
compuertas de la felicidad y empezar a tirar cohetes o dejarme con un vahído
durante unas horas. Prefiero los fuegos artificiales, pero será la Providencia
quien decida…
Ser feliz es un estado mental. Nadie
puede alcanzar el Nirvana si no se esfuerza en observar su entorno y vivir
intensamente cada pequeño triunfo. Aunque sea insignificante y a priori no
parezca una gran hazaña.
Hace un par de años decidí apostar por
la sonrisa diaria, dejar atrás las ansiedades y abrazar la ilusión, buscar en
la rutina briznas de emoción y tomarme la vida con positivismo.
Desde entonces mi escritura ha dado un giro
de ciento ochenta grados. Ahora se nutre de emoción, de instantes, de
sentimientos. No necesita ser ansiosa ni complicada, solo fluir para acompañar
a mis personajes y vivir sus aventuras, aterrizar en su coraza y ser parte de
ellos.
Esa es la verdadera grandeza de la
escritura, lo que me llena, la energía que me empuja a abrir el manuscrito a
cualquier hora, en cualquier lugar y avanzar en la trama con una sonrisa.
Espero aportar nuevas e interesantes
noticias en los próximos días.
¡Feliz día! J
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