Divagación matutina

8:03 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Ayer fue un día de nervios, me costaba centrarme en el trabajo y me costó un gran esfuerzo realizar las tareas impuestas para terminar la jornada, pero conseguí hacerlo y me siento bien por ello.
Escribí poquito, al llegar a casa tenía un sinfín de cosas en la cabeza, el cuerpo en tensión y la mente altamente dispersa, sin capacidad de concentrarse en Zack o en Julia. Cuando estoy así la única manera de serenarme es ponerme algún vídeo de escenas románticas o interesantes.


A medida que avanza la trama de la novela veo con mayor claridad el final de la historia y a veces fantaseo con posibilidades remotas. Ayer planteé otros finales al que escribí hace un mes, jugueteé con la remota idea de no acabarlo así y por un momento me di cuenta de que también funcionaría. Aunque al final decidí que yo no sería feliz con ese giro argumental.
En la vida real me pasa lo mismo. Hay instantes en los que me imagino tomando una dirección diferente a la que se abre frente a mí, arriesgándome a dar un paso hacia otro lado, a saltar al vacío. Algunas veces tomo la decisión acertada de cambiar de rumbo y otras sigo el trazado, porque me hace feliz.


No he dormido mucho, eso en mí es normal. Durante el día de hoy tengo un sinfín de obligaciones distintas a las habituales: ir a una conferencia, al notario y preparar una información para mandar. Tengo poca energía, pero voy a afrontarlo con emoción.
Espero una respuesta que pude abrir las compuertas de la felicidad y empezar a tirar cohetes o dejarme con un vahído durante unas horas. Prefiero los fuegos artificiales, pero será la Providencia quien decida…
Ser feliz es un estado mental. Nadie puede alcanzar el Nirvana si no se esfuerza en observar su entorno y vivir intensamente cada pequeño triunfo. Aunque sea insignificante y a priori no parezca una gran hazaña.


Hace un par de años decidí apostar por la sonrisa diaria, dejar atrás las ansiedades y abrazar la ilusión, buscar en la rutina briznas de emoción y tomarme la vida con positivismo.
Desde entonces mi escritura ha dado un giro de ciento ochenta grados. Ahora se nutre de emoción, de instantes, de sentimientos. No necesita ser ansiosa ni complicada, solo fluir para acompañar a mis personajes y vivir sus aventuras, aterrizar en su coraza y ser parte de ellos.
Esa es la verdadera grandeza de la escritura, lo que me llena, la energía que me empuja a abrir el manuscrito a cualquier hora, en cualquier lugar y avanzar en la trama con una sonrisa.
Espero aportar nuevas e interesantes noticias en los próximos días.

¡Feliz día! J

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