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7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Parece que hoy la mañana no va a ser soleada como la de ayer y que quizás las nubes nos dejen algún chubasco. Aunque también puede ser una falsa alarma y a las pocas horas encontrarnos con un día claro, lleno de luz y color.
A veces me despierto con un sinfín de emociones encontradas en mi interior, tras una larga noche de pensamientos revueltos y sentimientos asolando mi capacidad de dormir. Y es que cuando sales de tu área de confort para dar un salto al vacío sin red a veces no encuentras el suelo bajo tus pies.


Recuerdo con un poco de ansiedad cómo llegué a ese lugar donde me sentía a salvo, llena de sonrisas, de emociones y sin las angustias de los últimos años, cómo construí un muro para alejar los años de esperanzas rotas y castillos endebles en el aire, cómo encontré un espacio donde mis sueños se atesoraban en unas pocas ilusiones. A veces me gustaría volver ahí, protegerme tras unas paredes de cemento para evitar ser vulnerable ante algunas situaciones.
Pero madurar, evolucionar y seguir la estela de mis emociones ha destruido esos muros para lanzarme a un espacio mucho más amplio, lleno de espinas y algodones, donde la comodidad que me ofrecía mi área de confort se desintegra.


Soy feliz a pesar de las cosquillas en el abdomen, de romperme muchas veces al exponer mi alma a algunas sensaciones dolorosas, a vibrar con las buenas vibraciones y a flaquear cuando no las encuentro. Está claro que soy humana, que pongo el alma en cualquier actividad que hago y que jamás cambiará mi manera de sentir. Y también tengo clara mi intención de disfrutar de cada recodo del camino sin permitirles a las curvas intrincadas impedirme avanzar.
Sentir, soñar, ilusionarse, angustiarse, caer, levantarse, sonreír… Ese es mi ciclo vital. A veces siento como si mis emociones y esperanzas estuvieran contenidas en un pequeño tarro de cristal donde resisten el embiste de las caídas con entereza, aunque algunas veces se astilla para dejarlas detonar.


Muchas veces olvidamos que detrás de una historia hay una persona que ha impreso su alma en tinta, dándole color a las situaciones, pintando un mundo diferente, buscando una manera de llegar a los corazones de los demás.
Cuando creo unos personajes se convierten en una parte de mí, les cedo un pedacito de mi interior, les ofrezco mi alma, algunos rasgos míos, cada una de las fibras de mi ser. Se convierten en parte de mi interior, crecen, se aventuran a sentir, a querer, a romperse, a recomponerse, a volar… Es precioso saber que ellos siempre estarán ahí.

¡Feliz día! J

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