Decidir

14:41 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! O tardes… Hoy me he dormido en los laureles y es que he pasado una noche larga, de esas donde tomar decisiones es de obligado cumplimiento y la ansiedad se apodera de tu mente.
Porque elegir un camino significa no recorrer el otro y a veces puede implicar sentirse angustiada después, cuando echas la vista atrás y te preguntas qué hubiera sucedido si no hubieras escogido así.


Pero siempre he defendido a capa y espada el no cuestionarme el peso de las decisiones, el no especular acerca de posibilidades inexistentes porque ya no hay vuelta atrás. 
Sin embargo, a veces dejar escapar una ruta causa un desajuste momentáneo en mi equilibrio, me ahoga y quita la respiración. Porque no deja de ser un salto al vacío sin red, una apuesta arriesgada, una puerta que se cierra.
Me gusta meditar las decisiones con cuidado, analizar los datos, repasar los hechos de forma lenta y pausada para valorarlos en conjunto y por separado. Porque es importante detenerse a ver cada parte en perspectiva antes de decantarse por un lado o por el otro.


Madurar las decisiones es básico para no lamentarse de ellas después. Aunque no siempre en la vida cuentas con tiempo para pensar, a mí me gusta sopesar los pros y los contras antes de apostar.
Esta noche me he dado cuenta de qué quiero a nivel profesional. Hasta este instante no lo había asentado en mi mente, solo había rozado la idea abstracta de conseguir un trabajo que me emocionara, per no había sentado las bases de cuál es esa emoción, de dónde puede provenir o hacia dónde me lleva.


He tenido mucho tiempo para planteármelo y quizás debería haberlo hecho antes, pero en la vida a veces te enfrentas a situaciones que te ayudan a encontrar el rumbo y a redefinir algunos conceptos que creías claros.
De eso se trata caminar por el sendero de la vida, de aprender cada día un poquito más de uno mismo y descubrir las prioridades en nuestra vida laboral y personal. Porque no todos sentimos ni pensamos igual ni tenemos las mismas metas.


Hace años mi única ilusión era publicar un libro. Luché con uñas y dientes para conseguirlo, lloré, me emocioné, sufrí… Y ahora vivo cada publicación de otra manera, sin esa emoción tan epidérmica. Porque ya tengo diecinueve a la venta y poco a poco he ido serenando mis ansias con cada nuevo ejemplar.
Creo que esta noche me ha servido para conocer con claridad qué quiero y qué no quiero de mi futuro laboral. Ojalá el destino me brinde la posibilidad de encontrar el sitio ideal para mí.
¡Feliz día! J

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