Amor y esperanza
¡Buenos días!
Parece que en vez de estar en el otoño el verano quiera usurpar las jornadas
con un sol radiante en el exterior y un sinfín de horas llenas de calor y
aromas típicos del verano. El silencio que se respira a esta hora temprana,
acompañado por un cielo azulado y un sol que ilumina las casas de enfrente, es
plácido y sereno, como el de un día de agosto.
Ayer visioné
un vídeo en Facebook que me hizo pensar muchísimo. Eran unos novios bailando la
canción de Dirty Dancing en su boda.
Los recuerdos de adolescencia se formaron rápido en mi mente, trayéndome las
emociones palpables que despertaba esa película en mi interior. La vi tantas
veces… Me apasionaba ese romance que se forjaba a la vera de los bailes y las
canciones, el ritmo de los actores, la esencia de cada fotograma.
Es curioso cómo
la mente humana cambia las percepciones a medida que alcanza un nuevo grado de
madurez. Ahora mi manera de encarar la situación de la historia de amor
protagonizada por Johnny Castle (Patrick Swayze) y Baby Houseman (Jennifer Grey) es
completamente distinta. Veo los pros y los contras, me sumerjo en el futuro que
les espera, dándome cuenta de que no todo es el amor…
Mis dos películas favoritas de la época eran esta y Un Toque de Infidelidad, donde Isabela
Rossellini y Ted Danson se enamoraban de una manera lenta y preciosa. Sí, ya
entonces era una romántica empedernida, con ideas ilusorias del príncipe azul y
que lloraba con las escenas clave.
El amor, igual que la esperanza, se templa con la edad,
se asienta y consigue aparcar aquel cúmulo de sensaciones que nos abocaban a
sorber la vida con ansias de alcanzar un pedacito de cielo. Al principio ambos
sentimientos son explosivos, te convierten en alguien con las constantes
disparadas, con las emociones a flor de piel, con el deseo diario de poseer a
la persona amada o lo que esperas con esa devoción intensa.
Sentir que el destino te reserva un regalo, pensar que
puedes estar horas junto a tu amado, ver el futuro con esperanza, no puede
durar siempre. Son instantes, etapas, estrellas fugaces que recorren el
firmamento personal. Un día el amor se apacigua, convirtiéndose en cariño,
respeto, deseo y un sinfín de momentos compartidos que componen una vida.
La esperanza se marchita cuando las metas se convierten
en inalcanzables, muda y acaba describiéndote un futuro más tranquilo, más
adecuado a la realidad. Pensaba que nunca conseguiría ver la escritura como
algo que me hace feliz, antes enviaba una novela a una editorial y esperaba
pegada literalmente al teléfono y al email. Ahora siento que es muy posible que
no reciba respuesta, así que me mantengo al margen de esos envíos y prosigo con
la maravillosa tarea de novelar mis mundos paralelos.
Asentar la esperanza, darle su justa medida, saber que
quizás nunca llegue a tocar esas ilusiones juveniles, es una manera perfecta de
sonreír a la vida, de contener los deseos quiméricos y de ser feliz. Ojalá
pueda escribir hasta mi último aliento…
¡Feliz día! J
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