Monkey Cave y los manglares

10:01 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Hay instantes en los que te percatas de que la vida te ofrece mil emociones escondidas en forma de pequeños logros. Hace poco saqué a la venta Ecos del Pasado en formato papel, pensaba que sería difícil venderlo, a pesar de un precio reducido y un millar de ilusiones, en Amazon cuesta vender el papel. Hoy me he despertado con las ventas de dos ejemplares en USA la semana pasada, lo miro solo el fin de semana, y dos nuevas reseñas en Amazon.com de cinco estrellas. ¡Qué bonito es verlas! Valió la pena arriesgarme y subir la novela al concurso, desde que decidí hacerlo se han sucedido las buenas noticias.
Y sí, hay momentos de incertidumbre y otros en los que hay que tomar un rumbo concreto… A veces cuesta desligarse de algo en lo que creías, pero no vale agarrarse a un clavo ardiente cuando la casa se quema, es importante dejarse ir, saltar al vacío y, sobre todo, creer en uno mismo.
Así que el lunes me voy a tirar a la piscina y a nadar, aunque sea a contracorriente, para alcanzar un pedacito de mis sueños.
De vuelta a Phuket…
Nos despertamos más tarde de lo habitual porque la excursión que teníamos contratada salía a las diez. El desayuno al aire libre, con el mar de fondo y la piscina al lado, fue una maravilla. Nos recogieron más pronto de lo habitual, como siempre. No estábamos preparados, así que le pedimos que esperara.
Tras una hora y pico en la ban llegamos a la Monkey Cave, donde visitamos el Suwankuha Temple, un templo colocado dentro de una cueva natural muy grande. Paseamos por el interior, empapándonos con la cultura tailandesa, recorriendo la parte del paraje natural y deleitándonos con el contraste de la naturaleza y la mano humana.
La cueva se alargaba hasta una zona boscosa y luego se adentraba hacia las entrañas de la roca, enfilándose por un alto desfiladero. El templo tenía un enorme buda reclinado recubierto con pan de oro, un altar en una cima y unas dimensiones increíbles.
Nos llamaron corriendo a los quince minutos de entrar, si algo negativo debo destacar de esta excursión son las prisas. Subimos a la ban para recorrer media hora más de trayecto, hasta llegar a un embarcadero donde nos esperaban las longtail boats, unas barcas alargadas pintadas en colores llamativos.
El lugar era idílico, unos manglares que se adentraban en el mar y nos mostraban la exuberante vegetación de aquellos lares. Altas rocas escarpadas motean el agua a escasa distancia, alzándose majestuosas en medio de la nada.
Con nuestros chalecos salvavidas obligatorios subimos a bordo. El espectáculo era sobrecogedor y el olor a salitre, mezclado con la brisa que nos llegaba aderezaba el momento con emociones intensas.
¡Feliz día! J



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