Después de la tormenta...
¡Buenos días! Dicen que después
de la tormenta siempre viene la calma… En cierta medida aciertan de pleno,
aunque a veces quede una resaca propia de la situación.
Cuando hace dos semanas me
enfrenté a varios cambios inesperados pensé que no había luz al final del
túnel, que sería muy difícil asentar de nuevo esas facetas de mi vida que
cerraban una etapa. Recuerdo una conversación con mi marido…
—Uffff —le dije sentándome en el
sofá—. Esta semana me deja todo el mundo…
Él me miró con una sonrisa, meneó
la cabeza y me tranquilizó.
—Bueno, tanto como todo el mundo…
—pronunció con un deje de gracia—. Yo sigo aquí, ¿no?
Pues sí. Después de veintitrés
años de relación, dieciocho de casados y cinco de novios, mi marido continúa a
mi lado. Ese cometario me arrancó una sonrisa, me acerqué a él y le besé en la mejilla.
A veces me ofusco por cosas sin
importancia y es absurdo. ¿Y qué si llevaba diez años y nueve meses apostando
por una agente literaria que al final ha encontrado su camino en otra dirección?
¿Y que mis dos queridos profesores de baile, tras nueve y seis años conmigo
respectivamente, hayan volado del club para apostar por otros lugares? La vida
sigue…
Mi tendencia a encuadrar el día a
día en una rutina me abocó a sentirme completamente perdida ante tales
realidades. Además, ¡vinieron todas de golpe! Al principio no tenía claro cómo
encarar el futuro, pero a medida que pasan los días me percato de que no es el
fin del mundo.
Ayer decidí que ya era hora de
probar al nuevo profesor de baile sin condicionar mi decisión a las desaparecidas
clases de Alberto, y fue genial. Es diferente, un nuevo reto, con una
coreografía chulísima. Salí de la sala con una ancha y preciosa sonrisa en los
labios, pensando que siempre hay esperanza y que quizás debería acatar mejor
los cambios.
Suspiré. Por fin me di cuenta de
que nada es imprescindible y de que aquella máxima de pensar en lo conocido
como lo mejor a veces no es cierta. Bailé, lo pasé bien, conté hasta ocho en
cada estrofa y saboreé el cambio, con visión positiva y muchísimas ganas de
aprender.
Supongo que no tardaré en ver la
parte positiva de la falta de agente, solo necesito centrarme, encontrar un
camino, recorrer con ilusión cada recodo y no quedarme en un rincón a lamerme
las heridas. Seguro que en ese cauce también hay un lugar donde el agua se
convierte en una catarata de emociones.
Ayer no me dediqué a mi novela,
corregí un relato que mi cuñado y unos amigos, padres del colegio de sus hijos, escribieron por turnos utilizando
el whatsapp. Fue difícil, todavía me quedan algunas horas para terminar de
pulirlo, pero me pareció una idea estupenda.
¡Feliz día! J
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