Caminos...
¡Buenos días! Llegamos al viernes…
Por un lado tengo ganas de descansar, de terminar de una vez por todas la
corrección de Perdida en la Niebla, deseo
enviarla a mis lectoras beta, de
aparcar por dos días la necesidad de trabajar a cuatro mil por hora… Por el
otro no quiero que llegue el sábado… Mi marido vuelve a China y eso me dejará
solita en casa…
Ayer os hablaba de lo importante
que fue para mí entrar en este despacho por primera vez. Es increíble cómo un
acto parecido puede cambiarte la vida. He madurado tanto… Me costó un mundo
aparcar las esperas, no sentirme ansiosa por las respuestas que nunca llegaban
y acostumbrarme a la serenidad de quien escribe por emoción.
Recuerdo palabras musitadas a la
vera de la espera infructuosa, consejos que calaron más tarde en mi interior. Tenían
razón, pero en ese momento de mi vida estaba ofuscada, cegada por aquella
necesidad extraña de alcanzar un cielo demasiado elevado. Frases como: «escribe
porque te hace feliz y olvídate de si publicas o no, ¡hazlo como hobbie!», no
llegaban a mi cerebro, se quedaban enredadas en una bruma de desasosiego.
Ahora, desligada de esas cadenas que
me impedían disfrutar de algo tan maravilloso como es el arte de contar
historias, sonrío cada vez que tengo una idea, me emociono con las palabras
escritas, intento darle una voz propia a cada personaje y juego con mi
imaginación.
Quizás por eso consigo escribir
una novela cada tres o cuatro meses, darle vida a cada escena y permitir que
los manuscritos me acompañen para siempre en la memoria de mi ordenador. Ya no
espero, solo escribo y sueño algunas veces con metas más plausibles.
En la vida emprendemos caminos
que nos llevan a un lugar insospechado y perfecto, de aquellos que hace ilusión
darse la vuelta para ver cómo los hemos recorrido. Las decisiones, aunque no
sean importantes, muchas veces esconden sorpresas agradables.
El paso de los años me ha
enseñado que las cosas no siempre son como parecen. Cuando esperas demasiado de
una amiga muchas veces la realidad te descubre que no deberías concederle ese
lugar en tu escala de valores. Y, en ocasiones, una persona cercana, con la que
no te sientes tan unida, apuesta por ti, te ofrece su brazo en un instante de
necesidad. Entonces la sitúas en el lugar que merece…
En este trabajo he conocido a
gente maravillosa, sé que aunque pasen los años y los caminos nos separen,
estas personas formarán parte de mi mundo, porque son unas joyas a las que no
quiero perder.
¡Feliz día! J
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