Fin del periplo Thai
¡Buenos días! Al fin se termina
esta semana infernal… Malas noticias, instantes de estrés, agobios y un par de
momentos interesantes y maravillosos. Hay días en los que me quedaría en la
cama durante horas, sin levantarme ni enfrentarme a las mil cosas que suceden
diariamente.
En fin… Una de las cosas positivas
fue el curso de ayer en ESADE, salí del aula pensando: «¡yo quiero volver a
estudiar!». Jejejejeje. El profesor, Joan Massons, era un hombre agradable, al
que se le veía entusiasmado con enseñar y compartir conocimientos con nosotros,
consiguiendo que entendiéramos conceptos complicados con una sencillez
increíble. ¡Lástima que el teléfono no dejó de sonar y los temas laborales me
hicieron salir varias veces del aula!
El seminario era una iniciativa
de YoSoyEmpleo, del banco BBVA, quien sufraga todos los gastos. ¡Estuvo genial!
Bueno, en mi periplo Thai
llegamos al final, como en otras facetas de mi vida que llegan a su término con
una sensación agridulce… La vida es un pozo de sorpresas…
Cuando regresamos de Raya Island
nos dedicamos a preparar las maletas, a bañarnos en la piscina y a descansar un
rato. Nos embadurnamos de crema hidratante para rebajar las quemaduras del sol y
al anochecer nos fuimos caminando por el litoral a buscar un lugar para nuestra
última cena en Tailandia.
Decidimos entrar en el callejón
con paraditas del segundo día en Patong, pedimos varios platos y disfrutamos mucho de
la comida. De postres se me ocurrió la brillante idea de pedir un batido de
frutas, llevaba tantos días sin tomar alimentos crudos…
Ya os podéis imaginar lo que
pasó, ¿no? Me pasé la noche vomitando sin parar, mareada y encontrándome fatal.
Cuando me desperté por la mañana no podía moverme sin que el mundo me diera
vueltas. ¡Suerte que la habitación de hotel la teníamos pagada hasta el día
siguiente!
Les sugerí a mi marido y a mis
hijos que se fueran a pasar el día a la playa como teníamos planeado, pero
ellos decidieron quedarse conmigo en el hotel, descansar e ir a la piscina. A
media mañana fui capaz de bajar a leer con mi Kindle, pero no me entró comida.
Suerte que recordé las
enseñanzas de mi tía y me pasé el día tomando coca-cola, un remedio muy eficaz
para el mareo de barriga. A las tres de la tarde nos pasó a recoger el
transfer, ¡una hora antes de la convenida! Dijimos que esta vez no correríamos,
porque no acababa de encontrarme bien.
Una hora después nos
presentamos en recepción con nuestras maletas y un poco de tristeza, subimos a
la furgoneta y emprendimos un largo viaje de regreso que duró veintitrés horas…
Y hasta aquí mi viaje, mis
vivencias, las maravillosas experiencias de este verano. Hasta aquí una
relación con mi agente que ha durado más de diez años. Y hasta aquí otras situaciones
incómodas… Mañana es el cumpleaños de mi niña, ¡me parece increíble que cumpla
catorce!
¡Feliz día! J
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