Bamboo Island
¡Buenos días! Ayer fue un día
tan extraño que ahora mismo todavía me falta digerir muchas connotaciones de
los sucesos vividos. Tal como anunciaba al final salió el sol, aunque no
iluminó el camino que yo deseaba.
A veces debo encajar noticias que
pueden significar un cambio de sentido, a pesar de los diez años invertidos y
de las esperanzas rotas. Entiendo las decisiones ajenas, incluso a veces comparto
su rumbo, pero ahora mismo no me duele el qué, sino el cómo.
Diez años dan mucho de sí, hay
vivencias, momentos y palabras que acercan posiciones y yo creía que quedaba un
poso de amistad, aunque fuera leve y no profundizara. Estaba equivocada, ¡qué
le vamos a hacer! Queda levantarse, mirar al cielo y esperar que el sol alumbre
una nueva senda para caminar hacia el futuro incierto.
Por suerte ahora estoy más
fuerte que en otros momentos y afrontaré con mayor entereza la situación, no en
vano Ecos del Pasado continúa con sus
imparables ventas y este mes saldrá a la venta El Secreto de las Cuartetas en papel. Y eso es lo que cuenta, los
logros conseguidos, aunque sean pequeños, aunque puedan contarse con los dedos
de una mano, como mínimo son algo tangible y emocionante.
Volvamos a las islas Phi Phi…
Después de comer y caminar un
rato entre las tiendas que componían el interior de la isla Phi Phi Don,
subimos a bordo de la lancha para descansar un rato en Bamboo Island, un atolón
de arena blanca, con aguas turquesas y un montón de barcas varadas en la
orilla.
Me impactó el contraste entre
la maravilla natural y las miles de hamacas que se sucedían en un radio inmenso
de la arena, con una sombrilla a rayas de colores para proteger a los turistas
del sol y un montón de paraditas de comida en el centro de la isla.
Pagamos el precio de dos
hamacas con sombrilla y los niños se fueron a bañar en las aguas cristalinas.
Nuestros guías bajaron de la barca una cesta de fruta pelada y una nevera
repleta de refrescos para amenizar las dos horas de relax.
Me gustó el lugar, ahí conseguí
olvidarme del mal rollo de la lluvia mañanera, de la sensación de estar en un
rebaño de ovejas que camina unido hacia donde el pastor decide y la falta de
tiempo para disfrutar de cada paisaje increíble por el que pasábamos.
Desde luego queda pendiente un
viaje únicamente a las islas para recorrerlas con tranquilidad. Bamboo Island
estaba atestada de gente, y es una pena, porque es de una belleza sobrecogedora.
Regresamos a la barca una hora
y media después para la travesía hasta la bahía. Nos dejaron en el hotel con
tiempo para relajarnos en la piscina, tomarnos un té, ducharnos y salir hacia
la zona comercial a buscar una excursión para el día siguiente.
¡Feliz día! J
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