Llegada a Phuket

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! “Dicen que el tiempo lo cura todo, que si transitas por el mundo con la esperanza de cicatrizar tus heridas tarde o temprano dejarán de sangrar. Sé que tienen razón, que debo mirar hacia delante con energía e ilusión, que las decisiones se toman por una razón y que algún día me daré la vuelta y descubriré que mis angustias de hoy se han convertido en un momento olvidado del pasado.”
Así empieza Los Mundos de Esme, mi primera incursión en el género policíaco sin fantasía, la primera de Serie Estrada, la que inició un cambio en mi manera de escribir, de contar, de explorar nuevos temas…
Hoy me siento exactamente igual que Purificación Castro cuando escribía esas palabras, fueron una manera de desahogarme un día tras una decisión difícil y luego se convirtieron en una novela, cambiando el sentido, transformando mi momento en el de Puri.
Revertí esa decisión y erré en el camino, ahora me va a tocar volver a afrontarla con mayor coraje que entonces. Mañana acabaré de definir cómo, cuándo y la manera de plantearlo. Por suerte tengo una familia fantástica, un marido maravilloso, una vida increíble y un par de noticias fabulosas en el ámbito literario, noticias que he conseguido yo sola…
Venga, dejemos ya los sentimentalismos y vámonos a Phuket…
Legamos al hotel pasadas las dos de la madrugada, el vuelo nocturno se retrasó y encima teníamos una hora de viaje en ban desde el aeropuerto. Estábamos tan nerviosos que hicimos el check in con la sensación de que también nos habíamos equivocado con ese hotel. La recepción era un lugar sin personalidad, de altos techos, un mostrador enorme de madera con empleados atendiendo y unas zonas de estar con sillones y mesas de mimbre.
Por suerte cuando nos acompañaron a las habitaciones descubrimos la esencia del hotel y nos quedamos tranquilos, ¡estaba genial! Nos fuimos a dormir enseguida, estábamos exhaustos.
A la mañana siguiente nos despertamos media hora antes de que terminara de servirse el desayuno, picamos a la puerta de la habitación de los niños para que bajarn con nosotros y descubrimos con horror que diluviaba. Llegar a Phuket con ese día fue muy triste… Suerte que el lugar del desayuno era precioso, una terraza descubierta desde la que se veía el mar.
Tras una ducha, arreglar la maleta, utilizar el wifi para avisar a muestras familias de que estábamos bien, cogimos una furgoneta del hotel para ir a la zona comercial. Caminamos por unas grandes galerías con tiendas de firmas internacionales, encontramos por fin el cepillo de pelo para Irene en una peluquería y nos paramos a comer en un italiano que tenía muy buena pinta.
Los chicos quisieron irse al hotel a descansar tras la comida tardía. Llevábamos un paraguas cada uno, en el Sea Sund Sun Resort and Spa había dos en cada habitación, así que les indicamos el camino y mi marido y yo nos fuimos a buscar excursiones para los días siguientes.
Tardamos poco en averiguar que los precios estaban reventados. Entre el mal día, que era temporada baja y que el golpe de estado había menguado los turistas, conseguimos regatear hasta una quinta parte de nuestro presupuesto. Nos la jugamos y cogimos dos días de excursiones a las islas…
Por la tarde dejó de llover y nos fuimos a la playa acompañados del atardecer a darnos un baño en las aguas cálidas del mar.
¡Feliz día! J



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