Géneros novelísticos

10:01 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! La luz del sol inunda mi habitación para recordarme la alegría que emana de sus rayos perfectos. Suspiro. No he pasado buena noche, mi insomnio se agrava cuando estoy sola…
Mis sentimientos están alterados, tengo demasiadas cosas en la cabeza que intentan tomar cuerpo como un pensamiento único. Tengo una idea para una nueva novela, una que me encantaría escribir, pero me propuse corregir, luchar por publicar las que se amontonan en el disco duro y preparar la próxima edición en papel de El Secreto de las Cuartetas.
Ayer rubriqué por fin el último punto y final de Perdida en la Niebla. Luego abrí el Calibre, la convertí a MOBI y a EPUB y la mandé en un email a mis lectoras y lector beta, con aquella mezcla de ilusión y deseos de alcanzar un pedacito del corazón de las siete personas que recibieron el manuscrito.
Toca volver a las páginas de DUO para terminar de darle forma, caminar de la mano de Iris, de André y de Margaret, permitir que me seduzcan sus constantes aventuras…
A veces pienso que soñar despierta con un mundo donde las cosas salen a semejanza de tus deseos es maravilloso. Conocer a fondo a los personajes que llenan de vida las novelas, acompañarlos en su proceso madurativo, averiguar cuáles son sus anhelos y caminar hacia su futuro con la sensación de que forman parte de ti es algo a lo que jamás renunciaré.
Sé que estos últimos años he cambiado muchísimo. Hay días en los que miro hacia atrás y me descubro ajena a mi ahora, con una forma de pensar equivocada que me abocaba a sentir el peso de mis decisiones. Las historias que cuento también han evolucionado, antes pensaba que quería escribir acerca de temas paranormales, explorar los misterios de la humanidad y darles una consistencia personal.
Quiero a mis novelas de aquella época. La Baraja siempre será mi preferida, a pesar de que no busque la manera de sacarla a la venta ni de darle continuidad a la serie El Pentáculo. Pam Casas era una mujer luchadora, con una manera especial de afrontar los acontecimientos.
Recuerdo con especial cariño el día que mi padre me regaló El Ocho. Por esa época yo solo leía género romántico y nunca me había planteado otro para mis escritos. Amor, pasión, odio, traiciones… Leí a Katherine Neville casi por obligación, pero en cuatro días había devorado hasta la última frase del libro que se convirtió en mi fetiche.
Me encantó El Ocho, lo leí cinco veces, con la sensación de que por fin había encontrado mi género… Ahora regreso a los orígenes, a aquellos libros que tomaba prestados de la estantería de mi abuela y que me transportaban a la Inglaterra victoriana, a ese sentimiento intenso que brotaba de las palabras escritas y conseguía arrancarme varias lágrimas. Escribo con esa visión, pero siempre con mi toque personal, con el aderezo de un crimen, de una vida truncada por el destino o de un misterio que resolver.
Veremos hasta dónde me lleva mi imaginación…

¡Feliz día! J

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