Géneros novelísticos
¡Buenos días!
La luz del sol inunda mi habitación para recordarme la alegría que emana de sus
rayos perfectos. Suspiro. No he pasado buena noche, mi insomnio se agrava
cuando estoy sola…
Mis
sentimientos están alterados, tengo demasiadas cosas en la cabeza que intentan
tomar cuerpo como un pensamiento único. Tengo una idea para una nueva novela,
una que me encantaría escribir, pero me propuse corregir, luchar por publicar
las que se amontonan en el disco duro y preparar la próxima edición en papel de
El Secreto de las Cuartetas.
Ayer rubriqué
por fin el último punto y final de Perdida
en la Niebla. Luego abrí el Calibre, la convertí a MOBI y a EPUB y la mandé
en un email a mis lectoras y lector beta,
con aquella mezcla de ilusión y deseos de alcanzar un pedacito del corazón
de las siete personas que recibieron el manuscrito.
Toca volver a
las páginas de DUO para terminar de
darle forma, caminar de la mano de Iris, de André y de Margaret, permitir que
me seduzcan sus constantes aventuras…
A veces pienso
que soñar despierta con un mundo donde las cosas salen a semejanza de tus
deseos es maravilloso. Conocer a fondo a los personajes que llenan de vida las
novelas, acompañarlos en su proceso madurativo, averiguar cuáles son sus
anhelos y caminar hacia su futuro con la sensación de que forman parte de ti es
algo a lo que jamás renunciaré.
Sé que estos
últimos años he cambiado muchísimo. Hay días en los que miro hacia atrás y me
descubro ajena a mi ahora, con una forma de pensar equivocada que me abocaba a
sentir el peso de mis decisiones. Las historias que cuento también han
evolucionado, antes pensaba que quería escribir acerca de temas paranormales,
explorar los misterios de la humanidad y darles una consistencia personal.
Quiero a mis
novelas de aquella época. La Baraja
siempre será mi preferida, a pesar de que no busque la manera de sacarla a la
venta ni de darle continuidad a la serie El
Pentáculo. Pam Casas era una mujer luchadora, con una manera especial de
afrontar los acontecimientos.
Recuerdo con
especial cariño el día que mi padre me regaló El Ocho. Por esa época yo solo leía género romántico y nunca me
había planteado otro para mis escritos. Amor, pasión, odio, traiciones… Leí a
Katherine Neville casi por obligación, pero en cuatro días había devorado hasta
la última frase del libro que se convirtió en mi fetiche.
Me encantó El Ocho, lo leí cinco veces, con la
sensación de que por fin había encontrado mi género… Ahora regreso a los
orígenes, a aquellos libros que tomaba prestados de la estantería de mi abuela y
que me transportaban a la Inglaterra victoriana, a ese sentimiento intenso que
brotaba de las palabras escritas y conseguía arrancarme varias lágrimas. Escribo
con esa visión, pero siempre con mi toque personal, con el aderezo de un
crimen, de una vida truncada por el destino o de un misterio que resolver.
Veremos hasta dónde
me lleva mi imaginación…
¡Feliz día! J
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