Los Karen y baño en la cascada

7:07 Pat Casalà 0 Comments


¡Buenos días! Hoy parece que el sol nos iluminará durante la jornada. Después de la tromba de agua que cayó sobre mí ayer me apetece tener un día despejado. ¡Me cambié tres veces de ropa! Una de ellas fue al salir del cine, caminando hacia el coche… Había unos charcos en los que chapoteé calándome hasta más allá de mis tobillos.Se termina un fin de semana de despropósitos, con una apoteósica despedida de Alberto como profesor de baile los domingos y un sube y baja a las montañas que nos dejó un poco de mal sabor de boca.
Ecos del Pasado regresó al Top100 durante una parte del sábado y otra del domingo, fue maravilloso descubrirlo ahí, entre los más vendidos de Amazon.es. Y todo es gracias a vosotros.
Hay que mirar hacia delante con optimismo, aparcar las situaciones que no te aportan nada positivo y tirar del carro con sonrisas intensas que muestran tu bienestar interior. Por suerte ahora que las cosas vuelven a un punto inaceptable del pasado me siento fuerte y sin la sensación de espera de antes.
Regresemos a la montaña de Doi Inthanon…
Bajamos por los arrozales hasta un poblado de la tribu Karen. Las casas eran de madera, elevadas con varios troncos para evitar las riadas y que los animales selváticos entren a vivir con ellos. Son construcciones bien acabadas, con una confortabilidad mejor de la que esperaba.
Vimos cómo vivían, los cerdos que criaban, sus lugares para tender la ropa, la facilidad con la que conviven en esos maravillosos parajes. Acabamos la visita en una choza donde los Karen terminan su jornada laboral, sentados alrededor de unas grandes teteras que contienen el mejor de sus bienes: café cultivado en las montañas.
Los Karen viven del comercio del café, lo venden a grandes compañías. Para ellos la reunión informal del final del día en ese lugar, tomando café y conversando, es su mejor momento. Nosotros nos sentamos a la gran mesa de madera donde nos sirvieron una taza a cada uno. Yo me la miré con repartos, no sabía si podría tomármela sin leche. ¡Estaba impresionante! Le puse solo un poquito de azúcar y la probé, fue el mejor café de mi vida.
El conductor de la ban nos esperaba en un párking unos metros más abajo. Nos llevó de vuelta a la primera catarata que habíamos visto ese día para que tomáramos un baño en su falda. El lugar era idílico y, por suerte, estaba vacío de turistas o bañistas.
Mis hijos y mi marido se sumergieron en las aguas cálidas de la falda de la montaña, chapotearon, jugaron a salpicarse y luego regresaron a la furgoneta dispuestos a una hora de camino hasta Chiang Mai.
¡Feliz día! J



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