Más Chiang Dao...

9:09 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! Sábado de sol… ¡Genial! A ver si me decido a irme con mi Kindle a la piscina y pasarme una mañana relajada, sin pensar en decisiones ni en ideas ni en nada más que en tomar el sol, leer y descansar.
Me he marcado varias metas plausibles para los meses que quedan de 2014 y voy a ir a por ellas sin miedo, se acabó ser una cobarde en algunas situaciones, no más credibilidad, paciencia ni sensación de déjà vu. Está claro que para cambiar una situación hay que buscar una alternativa. Y en eso estamos, en muchos aspectos.
Vámonos al campamento de elefantes Chiang Dao…
Llegamos un poco justos de tiempo, caminamos por un puente de troncos que se alzaba sobre la selva, enseñándonos un colorido de verdes impresionante. El sonido era plácido, salpicado de naturaleza, como si acabáramos de cruzar una puerta al sosiego.
Tras una rápida visita al lavabo público, uno de tantos bastante asquerosos, llegamos a una plataforma elevada desde la que mi hija y yo subimos a lomos de un elefante, sobre una estructura de madera. El cuidador iba sobre el cuello, cerca de las orejas.
Mi marido y mi hijo ocupaban el elefante de delante. Éramos una fila de cuatro animales que se adentraron en la selva, a mitad de camino nos reunimos con tres más. Nuestro elefante era un poco rebelde y no seguía los caminos de los demás, muchas veces prefería uno alternativo, que al final llevaba al mismo sitio.
El paseo fue precioso.
Volvieron a dejarnos en la plataforma elevada y nos llevaron a darles de comer a los elefantes. Primero compramos los plátanos en una parada especial y luego se los ofrecimos a los animales para que los recogieran con sus trompas. Kid nos dijo que debíamos darle una propina al cuidador, cosa que hicimos encantados.
Kid nos contó un poco de historia de los animales y cómo en Tailandia se usan para tareas del campo. La visita continuó con una visión espectacular del baño de los elefantes, me pareció tan auténtico… Se metían en el río con sus cuidadores, cogían el agua con la trompa y se la tiraban a los lomos. Los cuidadores les cepillaban la piel y se ponían de pie sobre ellos.
   Anduvimos hasta unas gradas construidas en madera para presenciar cómo los elefantes transportaban piedras y ayudaban en las tareas pesadas. Kid nos informaba constantemente de los datos importantes, realmente tener un guía particular es un lujo.
Y vino el inevitable cuadro pintado por un elefante. ¡Fue una pasada! Pensaba que ese trozo no me gustaría, pero me equivocaba. Es impresionante ver la precisión con la que el animal es capaz de dibujar con un pincel en su trompa.
Al finalizar tocaba ir en balsa por el río. Antes de embarcarnos nos ofrecieron comprar una foto nuestra enmarcada. El material usado para el marco provenía de las cacas de los elefantes… Evidentemente lo compramos y subimos en una balsa que nos llevó por un tranquilo paseo por unas aguas totalmente mansas.

¡Feliz día! J

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