Mua Cave (Ninh BInh I)
¡Buenos días! Ayer nos quedamos en el avión que nos llevó lejos de Ciudad Ho Chi Ming, con destino a Hanoi para emprender otra etapa del viaje.
Los vuelos internos los cogimos con Vietjet que, si bien es una low cost con unos precios alucinantes, tiene la mala costumbre de cambiar casi siempre los horarios de los vuelos sin tener en cuenta las preferencias del viajero, por lo que se debe consultar varias veces el e-mail y su página para averiguar si hay algún cambio en el horario.
Llegamos tarde a Hanoi porque nos cambiaron la hora de salida una vez ya habíamos facturado, así que nos tocó esperar más de dos horas en el aeropuerto, hasta que nuestro vuelo por fin despegó.
Estábamos bastante famélicos, pero a esas horas solo había supermercados abiertos para comer, así que nos hicimos con sándwiches, bebidas y chocolate para tomárnoslo en el hotel, el Rex Hotel Hanoi.
Al día siguiente, mi marido y yo nos despertamos muy pronto para dar una rápida ojeada a la capital de Vietnam, cambiar algo de dinero y hacer cuatro fotos antes de embarcarnos en la siguiente aventura.
Nos fascinó el colorido de la ciudad, y supimos que disfrutaríamos mucho cuando nos tocara visitarla.
Tuvimos la mala suerte de que el coche que habíamos encargado al hotel era demasiado pequeño, culpa de ellos al no medir el equipaje y demás cuando lo solicitamos, así que nos tocó más de una hora de espera para salir hacia Ninh Binh.
Finalmente nos montamos en una ban y llegamos a mediodía al hotel Ninh Binh Hidden Charm Hotel & Resort, una gran elección porque habíamos pagado buenas habitaciones y es increíble, tanto de servicios como de acomodación.
Tuvimos la gran suerte de encontrar a una empleada súper interesada en atender bien a los huéspedes y nos trazó una ruta diaria para nuestros cuatro días de estancia.
Comimos en un restaurante que nos aconsejaron y nos subimos a una bicicleta para poner rumbo a Mua Cave, un lugar extraordinario. Fueron tres kilómetros pedaleando por un paisaje excepcional, entre campos de arroz y formaciones caucásicas, hasta llegar al parking, al pie de los mil escalones que debíamos subir para llegar a la cima, al dragón.
Me impactó muchísimo cómo los comerciantes del lugar obligan a pagar por dejar las bicicletas aparcadas, cuando no es obligatorio (en realidad es un timo en toda regla). Pero nosotros pagamos tras ver cómo uno de los fingidos acreedores le atizó con fuerza a un guía que se negó a pagar. De verdad, nos asustamos un montón y, por dos euros que nos pedía por las cuatro bicis, lo abonamos sin rechistar.
Y nos preparamos para la subida. Si en Ho Chi Ming hacía calor, en Ninh Binh era asfixiante. Las gotas de sudor resbalaban por nuestros cuerpos sin necesidad de movernos. Y yo no tenía claro si sería capaz de subir esos peldaños desiguales de roca hasta la cumbre.
Compramos aguas, es muy importante hidratarse en momentos así, e iniciamos el ascenso. Fue muy duro. Al principio me quedé sentada a los cincuenta escalones sintiéndome incapaz de continuar, pero me pudo el orgullo y el deseo de alcanzar la meta, así que una hora después, y tras varias paradas, los cuatro llegamos por fin al dragón.
¡Qué vista! Uauuuu, solo por eso ya valió la pena… Nunca me arrepentiré de haber subido porque, aparte de la experiencia, el lugar es impresionante. Eso sí, está hasta los topes de turistas.
¡Feliz día! J
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