Sinfonía de momentos
¡Buenos
días! Grrrrrr, ¡sigue nublado! Suerte que en mi corazón luce un sol intenso.
Aunque todavía no me saco el susto del cuerpo…
Ayer por la
tarde fui a una de las clases de baile mensuales que se alargan durante dos
horas un sábado. Empezamos a bailar a las siete y terminamos a las nueve de la
noche… ¡Qué bien me sentó! Necesitaba exorcizar el mal trago y quemar
adrenalina.
Parece
mentira cómo una clase de baile puede ayudar tanto a deshacerse de la ansiedad
y los nervios. ¡Os lo recomiendo a todos! Pensad que ayer había cuatro hombres
y un niño en la clase, junto a unas veinte mujeres.
El compás de
los acordes nos marca un movimiento frenético siguiendo los pasos que nos enseña
el profesor. Mi cabeza se entretiene contando tiempos de ocho, sintiendo la
coreografía crecer y asentarse en su interior; mi cuerpo perfecciona la
sincronización con el ritmo a medida que automatizo los movimientos y al final
disfruto del baile. ¡A veces incluso canto!
Una de las
cosas que me sorprendió en los momentos delicados que viví con mi padre el
jueves y el viernes fue mi reacción. Yo pensaba que sería más como mis
protagonistas, con un ataque de nervios y un acelerón, pero al final acabé
sentada en una silla, con el iPad abierto en el regazo y forzando a mi mente a
desestresarse haciendo solitarios. ¡Me inhibí del resto!
La situación
fue tensa, mi hermana sintió cómo el suelo se hundía bajo sus pies al ver a mi
padre, las reminiscencias de lo sucedido con su marido le aguijonearon las
emociones y estalló en un llanto silencioso y una angustia propia del momento.
La apoyamos entre todos, la abrazamos, le dimos el calor necesario para que
borrara esos recuerdos dolorosos que poco a poco supera.
Mi madre se
angustió y se desmoronó en muchos momentos. También evocó a mi cuñado cuando
descubrió a mi padre intubado, conectado a los monitores, hinchado y con un
color demasiado pálido en la piel. Lloraba a intervalos y no lograba detener la
ansiedad.
Ahora,
cuando pienso en las reacciones de mi familia sé que mi madre siente igual que
María Agreste, uno de los personajes de La Baraja. Es curioso cómo describí su
manera de vivir unos momentos tensos igual que lo ha hecho mi madre en la vida
real. ¿Será que mi cabeza reproduce recuerdos cuando escribo?
Creo que a
medida que la vida transcurre a mi alrededor mi cabeza almacena información
para reproducirla en las novelas cuando es requerida, es como si absorbiera
cada instante, casa reacción, cada comentario, cada gesto, cada movimiento para
incorporarlos a un baúl de registros que se extraen en las narraciones.
¡Cómo me gusta
el proceso de creación! Hasta este momento la parte positiva de las reseñas
siempre es mi imaginación y mi capacidad de ofrecer un argumento bien
estructurado. ¡Eso me anima a seguir, a escribir, a no tirar la toalla!
He dado un
paso atrás en una de mis decisiones, pero no sé dónde estoy ni dónde voy a
llegar. Ya os dije que no quería pensar en el futuro, solo dejar que suceda.
Así que el tiempo dirá…
¡Me voy de
ruta de clínicas! Es que a mi suegra la operaron el martes, pero a ella sin
susto. ¡Besos!
¡Feliz día! J
Un FELIZ domingo :-)
ResponderEliminarYo ahí sigo... con Ángela encerrada con su hijo en el sótano y sus hermanos buscándola (aún en los comienzos... se me cierran los ojitos enseguida y no por falta de ganas de seguir).
Besos
A ver si Ángela te emociona... ¡BESOS!
EliminarDe momento va perfecto :-)
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