Bye bye Irene... I'm back
¡Buenos días! Me ha costado mucho decidirme a
abrir el blog este año. Es mi tercera semana de trabajo, pero mi mente estaba
demasiado saturada para escribir algo coherente a estas horas mañaneras como
para empezar a llenar un folio con ideas lógicas.
¡He vuelto! Estoy aquí dispuesta a dar guerra, a
seguir cada uno de los pasos de mi hija en la distancia, a prepararme para las
cuatro publicaciones que vienen en 2017, a seguir escribiendo y a compartir con
la bloggosfera cada paso en el camino.
Mi niña ya está en Estados Unidos con una familia
genial. Tras la larga y pesada espera de todo el verano sin saber dónde, cuándo
o con quién iba a vivir durante los próximos diez meses el miércoles 31 de
agosto nos llegó al fin el Placement
con instrucciones para que viajara el viernes o el sábado.
Ese día se iniciaron los nervios, los miedos y los
trámites. Comprar un billete de avión, explicarle cómo no perderse en los dos
trasbordos, comprar regalos para la familia, hablar con ellos, descubrir algo
de Ashdown, Arkansas, hacer la maleta, comprar lo que faltaba… ¡Uffff, fue una
maratón!
Al final compramos un billete de avión para el
viernes a las diez de la mañana. Teníamos apenas dos días para prepararlo todo.
Y vinieron los nervios, los lloros de última hora, el vértigo en la boca del
estómago y las emociones disparadas.
Irene vivió
esos últimos días en Barcelona con una mezcla de pánico e ilusión. La familia
es perfecta, unos padres jóvenes con tres niños, una granja en un pueblecito de
Arkansas, un High School molón, con equipo de fútbol americano y todo. ¡Se
llaman The Panthers!
Dos días para despedirse y asimilar. Menos de
cuarenta y ocho horas para estar con ella, con un montón de visitas de última
hora de sus amigas, llamadas, Whatsapps, mensajes, llamadas por FaceTime, un
sinfín de emociones pululando a nuestro alrededor y la sensación de ansiedad
que precede cualquier separación de diez meses.
El viernes a las ocho nos fuimos al aeropuerto con
su pasaporte, su J1, sus billetes de ida y vuelta, la enorme maleta que de poco
no cierra, sus ilusiones y la inquietud propia del que emprende un viaje de
diecinueve horas en avión para pasar diez meses alejado de su vida conocida.
Ahora toca adaptarnos a la nueva situación,
echarla de menos, hablar con ella gracias a los medios telemáticos, seguir sus
pasos y sonreír con sus nuevas y apasionantes experiencias. Superó con nota el
primer reto, llegó al aeropuerto de Texarcana sin problemas. Mañana empieza el
colegio…
No diré que la despedida fue sin lloros porque faltaría
a la verdad. Ella lloró, yo lloré, mi madre lloró… Luego seguimos los vuelos
gracias a una aplicación móvil y sus primeros tres días en el lejano Oeste, con
los Pullen… Seguro que a la hora de regresar le costará separarse de ellos…
¡Feliz día! J
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