Historias de amor (I)
¡Buenos días! Esta mañana me he levantado con pocas
ganas de empezar a funcionar porque mi mente está en otro lugar, con Swan y Steff,
avanzando en el tortuoso camino de su relación, dejando claro cómo es posible
alcanzar el cielo en un instante para después caer en el abismo.
Cuando
escribí Ecos del pasado las críticas
sobre la rapidez en la que se enamoran Noah y Jessie llenaron los blogs de
reseñas. Entonces le di bastantes vueltas a esa trama en mi cabeza. Era mi
primera novela del género romántico, y en ella no renuncié al suspense ni a la
asfixiante sensación de querer darle un giro macabro al pasado de la madre de
Jessie.
De todas mis novelas es la que más se ha vendido.
Todavía hoy, dos años y pico después de su lanzamiento, tengo descargas
recurrentes. Más de cuatro mil copias vendidas, un sinfín de lecturas por el
Kindle Unlimited y varias reseñas después sigo pensando que el amor a primera
vista sí es posible.
A veces necesitamos meses para empezar un romance
con alguien, otras basta un segundo. El amor es química, atracción, una fuerza
arrolladora que te atrapa llenándote el cuerpo de reacciones en cadena. Es el
sentimiento más poderoso del ser humano, uno que puede convertir a la peor
persona en un corderito o despertar la maldad en un bonachón. Y no entiende de
tiempo, de lugares ni de rapidez. Es un ente independiente y cada caso es
diferente al anterior.
Tras EDP escribí Dúo, donde hay dos historias espaciadas en el tiempo, dos formas de
amar, dos parejas con diferentes destinos. Mientras una se atrae desde el
primer instante la otra se enfrenta a la tragedia de unos hechos históricos que
les convierten en dos amantes eternos, con ese matiz de cómo puede el amor
jugar sus cartas para que alguien abuse de su poder dándole la vuelta a las
situaciones a su antojo.
Iris y André conectan enseguida, esa historia la
basé en una real que ha acabado en boda. Así que es posible enamorarse en un
instante, construir una relación a partir de un primer encuentro explosivo. Porque
no hay una pauta para enamorarse, cada caso es único.
Cuando escribí Perdida
en la niebla estaba influenciada por las críticas y decidí decantarme por
una trama más plácida, al ritmo de la playa de Puerto Rico donde se desarrolla
una parte de la trama, sin olvidar un misterio que adereza la historia de amor
con suspense.
Ernesto y Sussie se enamoran a fuego lento, a base
de compartir momentos, largas conversaciones a la luz de la luna, clases de
surf y horas de trabajo. Fue mi primera romántica adulta, una donde los lazos
afectivos no convierten la trama en intensa. Y me encantó escribirla, darle ese
aire a una Cenicienta moderna, llenarla de placidez.
Tras PELN le llegó el turno a Rumbo a ninguna parte…
¿Es el amor capaz de vencer los miedos de alguien?
¿Puede Aurora olvidarse de quién es o de la amenaza que pesa sobre sus seres
queridos por un amor como el que siente por Bruno? Empecé la historia con miles
de incógnitas, sin tener demasiado claro el argumento. No quería personajes estereotipados
ni dejarme influir por otras lecturas ni avanzar despojándome de la idealista
idea del amor como eje central de una historia donde la intensidad crece al avanzar
en sus páginas.
Aurora y Bruno me ofrecieron su visión del amor,
me llenaron el pecho con emociones y consiguieron darle una nueva vuelta de
tuerca a mi manera de percibir las relaciones…
¡Feliz día! J
(mañana seguimos con ideas del amor…)
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