Una anécdota más para contar
¡Buenos días!
Tenía la bolsa preparada para ir a la piscina, el ordenador cargado de batería
y un sinfín de ilusión, pero cuando me disponía a salir las nubes han tapado
por completo el sol… Grrrrrrrrrr, total que me he puesto otra vez el pijama y
me he metido dentro de la cama con el portátil.
Ayer fue un día
genial. Por la mañana nos fuimos a pasear durante horas, entramos en las
tiendas sin comprar nada y nos tomamos un té en una terracita al sol que asomó
a media mañana. Por la tarde nos fuimos a la piscina del club a tumbarnos unas
horitas mientras yo trabajaba en LMR.
Y por la
noche bajamos a Las Ramblas, a cenar con unos amigos en un restaurante cercano al
mercado de la Boqueria donde nos
dieron un ágape digno de reyes. La verdad es que ahora me duele el estómago y
estoy completamente llena, pero mientras estuvimos ahí valió la pena.
Después nos
fuimos a la terraza del ático de un hotel precioso que estaba a pocos metros de
ahí. Últimamente está de moda ir a esos lugares altos donde hay habilitadas
mesas tipo chill out. He de reconocer
que hacía un poquito de frío, ¡suerte de las mantas que había en los sofás!
Pedí un Cosmopolitan… Ufffff, me subió a la
cabeza en cuestión de segundos. Esa manía mía de no beber nunca me hace ser
poco tolerante al alcohol. Además, llevo diez días sin dormir demasiado. ¡Me
sentó bien! Me reí muchísimo con mis amigos y cuando me levanté de poco me
caigo.
Llevaba unos
talones de dos palmos. Soy una forofa de los zapatos, me encanta mirarlos, probármelos
y comprarlos. Creo que los tacones son maravillosos, algo que para una persona
bajita como yo son parte esencial de su armario.
Cada día,
antes de vestirme, pienso en qué haré durante la jornada. Si he de caminar
mucho busco unos zapatos planos o unas bambas, si me voy a trabajar apuesto por
unos zapatos altos, si tengo una cena o una comida, por unos más altos todavía.
Como ayer íbamos
en moto hasta Las Ramblas y no teníamos que andar demasiado me decanté por unas
sandalias altísimas con plataforma. Y cuando me levanté de la terraza un
poquito piripi, no sabía si me aguantarían.
Lo peor fue
cuando llegamos a la moto y nos acordamos de dónde estaban los cascos… ¡Nos los
habíamos dejado en el restaurante! Y evidentemente a las dos de la madrugada
estaba cerrado. Grrrrrrr, nuestra única opción era regresar en taxi o en metro a
casa.
A mí no me
gustan demasiado los taxis, así que acabamos caminando abrazados hacia el
metro. Creo que si mi marido no llega a marcar el paso hubiera zozobrado por la
acera. La verdad es que no estuvo mal, me despejé un poquito y charlamos durante
el trayecto.
Ahora nos
toca volver a bajar en metro a Las Ramblas y rescatar la moto con unos cascos antiguos,
el restaurante no abre los domingos… ¡Una anécdota más para contar! Como no
hace sol, me parece que me voy a vestir otra vez y a caminar en busca de la
moto…
¡Feliz día! J
FELIZ domingo :-)
ResponderEliminar¿Tendremos que beber más a menudo? Yo creo que no... pero soy de las que solo de ver salir la cerveza por el grifo ya estoy "borrachito me llama la gente" ;-)
Jajajajaja, yo seguiré con mi vena abstemia... ¡Feliz semana! :-)
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