Vivir el presente
¡Buenos días!
Hoy el sábado es gris, con nubes tristes que encapotan un cielo nada proclive a
la hamaca… ¡Qué se le va hacer! Me toca quedarme dos fines de semana en casa
con mis hijos para ver si sacamos adelante las recuperaciones, así que ahora
mismo echo de menos la montaña, el silencio, la tranquilidad.
Tengo
demasiadas cosas rondando por mi cabeza, demasiados proyectos para el poco
tiempo con el que cuento. Últimamente mi trabajo remunerado me absorbe más de
lo que debería y mi espacio para escribir se acorta. Además tengo que
solucionar algunos temas fiscales en casa, ayudar a mis hijos a sacar el curso,
ocuparme de que todo funcione y no quiero dejar el baile.
Estoy
contenta con mi ejercicio diario de escritura en el blog, es un aprendizaje importante, me da tablas a la hora de
redactar las novelas y estruja mis neuronas en busca de temas interesantes para
compartir en la bloggosfera. Escribo
la entrada en menos de veinte minutos, apenas cuento con instantes para
repasar, retocar o pensar, por eso muchas veces le doy vueltas a una misma
idea.
He de
reconocer que yo en mi vida diaria soy así. Cuando me intereso por alguna cosa
no puedo evitar que ocupe mi mente constantemente, se repite como si fuera un
mantra y crea un bucle intenso en mis pensamientos. Soy de las que estudia las
variables una y otra vez desde todas las perspectivas posibles.
La comida del
jueves me gustó, fue amena, cercana y muy agradable. Antes un mediodía así
hubiera dado alas a mi imaginación para construir castillos en el aire y
creerme que alcanzaría la cima de mis aspiraciones en breve. Mi querida M. me
preguntó desde Suiza: «¿estás saltando de alegría?» Mi Whatsapp de respuesta condensó los últimos años en una frase: «le
he visto tantas veces la oreja al lobo, que ahora ya no lo espero.»
No quiero
emocionarme ni volver a sentirme a punto de alcanzar algo. Es difícil avanzar
hacia mi meta, el mundo editorial está tocado, las ventas de libros descienden
cada día, pocos autores consiguen dedicar su vida a la literatura y hay que ser
precavida a la hora de desear. No volveré a ser la Pat ingenua e idealista que
se pasaba las horas enganchada al email
y al teléfono, pero tampoco renunciaré a intentar alcanzar mis deseos.
Ayer me pasé
una hora intercalando la corrección de LME con un poquito de escritura de LMR.
Son dos novelas parecidas, aunque los temas son distintos. Llevo ochenta folios
de la nueva, hay un asesino que me toca la fibra sensible, unos instantes que
me abocan a sentir ansiedad y una escena que no acabo de desbloquear. Sin
embargo, sé que tarde o temprano clareará en mi mente y se plasmará en párrafos
rápidos.
Es curiosa la
manera en la que las tramas se forman en mi mundo paralelo, es como si tuvieran
vida propia. En LME escribí una subtrama que me agobiaba, era como si no casara
con el resto de la historia. Cuando estaba a media novela me pasó lo de
siempre, de repente ese detalle que llevaba días atosigándome encontró un porqué
y fue clave para proseguir con la narración.
Es posible
que ahora mis manuscritos fluyan con facilidad y que LME sea una novela
sorprendente por el argumento. No sé, a ver qué le depara el destino… Ahora me
toca pulir y escribir. Me cuesta ponerme en la piel del asesino…
¡Feliz día! J
Un muy FELIZ sábado... a pesar de los pesares.
ResponderEliminar:-)
Yo quería sol, pero es lo que hay... :-)
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