Chichén Itzá II
¡Buenos días! La soledad y
la tranquilidad que se respira en las montañas es la mejor manera de incentivar
la inspiración. Cuando paso días aquí, con los minutos del día libres para
escribir, las palabras fluyen con una facilidad pasmosa, parece que la trama
cobre vida y me posea de manera que encuentra la senda de la historia.
El sábado tuve una idea a
media mañana, ayer cerré el ordenador con 6.780 palabras, cinco capítulos y
trece folios escritos. ¡Y los personajes crecen en mi interior! Espero que cuando
llegue a la oficina el próximo lunes encuentre espacio para proseguir con esta
novela… Ahora es cuando suspiro y me planteo la felicidad que me reportaría
dedicarme únicamente a escribir… ¡En fin! ¡Soñar no cuesta dinero!
Ayer nos quedamos en
nuestra llegada a Chichén Itzá, con un ataque de calor y una emoción inmensa en
mi interior. A medida que el guía nos explicaba los detalles de las
edificaciones mi mente se trasladaba a la escritura de El Secreto de los Cristales, cuando Ángela camina por ese lugar.
¡Fue mágico!
A pesar del efecto sauna,
de los rayos de sol acariciándonos la piel, de la sed y la incomodidad del
sudor enganchándome la ropa, disfruté muchísimo del paisaje. Parece mentira que
los Mayas Itzaés vivieran en un lugar tan increíble, que edificaran tales
monumentos y que fueran una comunidad tan avanzada a su tiempo.
El Templo de Kukulcan, una
de las siete maravillas del mundo, es imponente. La miramos desde varias
perspectivas, contamos los escalones y descubrimos cómo los Mayas lo convirtieron
en un calendario perfecto. Hay tantos peldaños como días del año, los lados nos
muestran las cuatro estaciones,…
Tras una hora de caminata,
acompañados en todo momento por la sabiduría del guía, nos encontramos con
tiempo libre para visitar el cenote del lugar y regatear para llevarnos los
mejores precios en la compra de suvenires.
¡Desde luego es el sitio más barato!
En el cenote también
recordé las peripecias de Ángela y George, ¡en fin! Escribir sobre algo sin
verlo y luego ir allí es una experiencia increíble.
Al salir de Chichén Itzá
pusimos rumbo a un restaurante típico para comer… No me encantó, la verdad, me
esperaba una comida más auténtica, pero como en el hotel estaba suavizada para
los turistas. Era un bufet con algunos platos tradicionales que degustamos
mientras unas muchachas nos bailaban bailes típicos con sus trajes regionales.
Una hora después salimos
dirección a una de las actividades mejores del día: ¡bañarnos en un cenote
espectacular! Estaba dentro de una gruta de gran profundidad, con agujero
impresionante que le confería luz natural. Nos duchamos antes de bajar las
escaleras que llevaban al interior de la tierra. El lugar es precioso, con
lianas y un agua fresquita que nos quitó el calor acumulado… ¡Fue una gozada!
Terminamos la jornada en el
pueblo de Valladolid, donde únicamente se visita la plaza del pueblo, la
iglesia y el ayuntamiento. El guía nos explicó que lo típico del lugar era
tomar un helado en un local donde los hacían buenísimos… ¡Tomé el mejor helado
de coco de mi vida! Mmmmmm, solo con recordarlo se me hace la boca agua…
¡Feliz día! J
Ciertamente, es una excursión maravillosa e increíble. Nuestro operador también nos llevó a nosotros a Valladolid, pero lo recuerdo con tristeza porque vi mucha pobreza y ver a los niños por las calles, sucios y mal vestidos, vendiendo souvenirs, me rompía el corazón. Espero que en este sentido, la cosa haya mejorado. Un saludo !
ResponderEliminar¡Hola Venedis! Nosotros solo vimos la plaza mayor de Valladolid y no había niños ni pobreza a la vista. ¡Un beso! :-)
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