Excursión a Coba

9:39 Pat Casalà 0 Comments


¡Buenos días! ¡Qué maravilla de despertares! Cada mañana el sol ilumina mi escritura con una sonrisa inmensa. Me encanta desayunar en silencio, contemplando la claridad que se cuela por el ventanal de mi salón. En la montaña apenas se escuchan ruidos, es como si un oasis de paz y templanza me envolviera los sentidos.
Ayer fue un día perfecto, con sol radiante hasta la noche, sin las típicas nubes que amenazan la tarde en La Cerdanya y descargan algún que otro aguacero, con sol todo el día... Nos fuimos con unos amigos al lago de Matemale, con carne para la barbacoa, toallas, bañadores y ganas de pasarlo bien. No os podéis imaginar la cantidad de gente que se agolpaba allí, ¡parecía Las Ramblas! Fue una jornada llena de momentos estupendos, aunque durante la comida soplaba un viento en la sombra que un poco más y nos da un pasmo de frío…
Juego de Pelota
No quiero pensar en el lunes ni en el regreso a Barcelona hasta el último momento. Ahora mi inspiración es un manantial que brota sin medida y la narración se teje con facilidad, sin agobios, sin necesidad de buscarle espacios. Cuando vuelva a la vida real se acabará esta fluidez… Pero como nadie espera la novela me lo puedo permitir, ¿no?
Sigamos con el viaje a México, ¿vale? El jueves el despertador volvió a sonar a las seis en punto de la mañana. Desayunamos a las siete en el gran buffet del hotel. ¡Buenísimo!
El trayecto hasta Coba era de una hora y media. Por suerte los autocares están bien acondicionados y tienen hasta un lavabo. Llegamos al conjunto arqueológico a las ocho y media pasadas y nos subimos a unas bicis para iniciar nuestro recorrido.
Coba es una vasta extensión de selva donde las edificaciones mayas se extienden en muchos kilómetros cuadrados. Es impresionante imaginarte cómo encontraron el lugar unos exploradores que descubrieron el lugar, con la naturaleza escalando posiciones en las piedras que constituyen los edificios del pasado.
En plena subida...
La falta de presupuesto para restaurar en condiciones las ruinas hace que en muchas ocasiones necesites la imaginación para delinear cómo eran, pero también me parece algo increíble que se conserven tantos monumentos en pie después de milenios.
Pedaleamos por la selva bajo los árboles llenos de hojas que nos protegían de los rayos del sol, parándonos en lugares concretos para que el guía nos regalara un trocito del pasado. El calor era pegajoso y húmedo, te enganchaba la ropa a la piel y suplicaba agua en cada recodo.
Alguien se quejó de calor y el guía nos dijo: «aquí tenemos épocas de calor y de mucho calor. Ahora solo hace calor…» ¡Jolin! Si solo hacía calor, ¿cómo es la época de mucho calor? No quiero imaginármelo…
Pasamos por un par de Juegos de Pelota, unas edificaciones que nos muestran uno de los pasatiempos preferidos de los mayas. Le daban al balón con la cadera y debían introducirlo en el agujero, era tan difícil que a veces se pasaban dos días jugando… Me impresionó la explicación del guía cuando afirmó que el vencedor era ofrecido en sacrificio y que para él era un honor. Desde luego la cultura maya era muy diferente a la nuestra, ¡veneraban la muerte!
¡Qué vista! :-)
Y llegamos al plato fuerte de la mañana: la escalada a un templo altísimo que se enfilaba hacia una altura considerable. Los peldaños mal restaurados eran un reto para nosotros, en algunos instantes de la ascensión íbamos de pie, cogidos al escalón de arriba.
Una vez en la cima la vista no tiene desperdicio, estás a muchos metros sobre la selva y observas los árboles tupidos que alfombran quilómetros y quilómetros de tierra por los cuatro costados. Llegamos exhaustos y acalorados, pero valió la pena.
Lo peor es el descenso… Si miras abajo te da un síncope y descender por unos peldaños desiguales de roca, con el miedo a resbalar, no es fácil. ¡Había gente que bajaba sentada y agarrándose a la cuerda! ¿A qué es bonita la vista?
¡Feliz día! J

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