Excursión a Coba
¡Buenos días! ¡Qué
maravilla de despertares! Cada mañana el sol ilumina mi escritura con una
sonrisa inmensa. Me encanta desayunar en silencio, contemplando la claridad que
se cuela por el ventanal de mi salón. En la montaña apenas se escuchan ruidos,
es como si un oasis de paz y templanza me envolviera los sentidos.
Ayer fue un día perfecto,
con sol radiante hasta la noche, sin las típicas nubes que amenazan la tarde en
La Cerdanya y descargan algún que otro aguacero, con sol todo el día... Nos
fuimos con unos amigos al lago de Matemale, con carne para la barbacoa,
toallas, bañadores y ganas de pasarlo bien. No os podéis imaginar la cantidad
de gente que se agolpaba allí, ¡parecía Las Ramblas! Fue una jornada llena de
momentos estupendos, aunque durante la comida soplaba un viento en la sombra
que un poco más y nos da un pasmo de frío…
Juego de Pelota |
No quiero pensar en el
lunes ni en el regreso a Barcelona hasta el último momento. Ahora mi
inspiración es un manantial que brota sin medida y la narración se teje con
facilidad, sin agobios, sin necesidad de buscarle espacios. Cuando vuelva a la
vida real se acabará esta fluidez… Pero como nadie espera la novela me lo puedo
permitir, ¿no?
Sigamos con el viaje a
México, ¿vale? El jueves el despertador volvió a sonar a las seis en punto de
la mañana. Desayunamos a las siete en el gran buffet del hotel. ¡Buenísimo!
El trayecto hasta Coba era
de una hora y media. Por suerte los autocares están bien acondicionados y
tienen hasta un lavabo. Llegamos al conjunto arqueológico a las ocho y media
pasadas y nos subimos a unas bicis para iniciar nuestro recorrido.
Coba es una vasta extensión
de selva donde las edificaciones mayas se extienden en muchos kilómetros
cuadrados. Es impresionante imaginarte cómo encontraron el lugar unos exploradores
que descubrieron el lugar, con la naturaleza escalando posiciones en las
piedras que constituyen los edificios del pasado.
En plena subida... |
La falta de presupuesto
para restaurar en condiciones las ruinas hace que en muchas ocasiones necesites
la imaginación para delinear cómo eran, pero también me parece algo increíble
que se conserven tantos monumentos en pie después de milenios.
Pedaleamos por la selva
bajo los árboles llenos de hojas que nos protegían de los rayos del sol,
parándonos en lugares concretos para que el guía nos regalara un trocito del
pasado. El calor era pegajoso y húmedo, te enganchaba la ropa a la piel y
suplicaba agua en cada recodo.
Alguien se quejó de calor y
el guía nos dijo: «aquí tenemos épocas de calor y de mucho calor. Ahora solo
hace calor…» ¡Jolin! Si solo hacía calor, ¿cómo es la época de mucho calor? No
quiero imaginármelo…
Pasamos por un par de
Juegos de Pelota, unas edificaciones que nos muestran uno de los pasatiempos
preferidos de los mayas. Le daban al balón con la cadera y debían introducirlo
en el agujero, era tan difícil que a veces se pasaban dos días jugando… Me impresionó
la explicación del guía cuando afirmó que el vencedor era ofrecido en
sacrificio y que para él era un honor. Desde luego la cultura maya era muy
diferente a la nuestra, ¡veneraban la muerte!
¡Qué vista! :-) |
Y llegamos al plato fuerte
de la mañana: la escalada a un templo altísimo que se enfilaba hacia una altura
considerable. Los peldaños mal restaurados eran un reto para nosotros, en
algunos instantes de la ascensión íbamos de pie, cogidos al escalón de arriba.
Una vez en la cima la vista
no tiene desperdicio, estás a muchos metros sobre la selva y observas los
árboles tupidos que alfombran quilómetros y quilómetros de tierra por los
cuatro costados. Llegamos exhaustos y acalorados, pero valió la pena.
Lo peor es el descenso… Si
miras abajo te da un síncope y descender por unos peldaños desiguales de roca,
con el miedo a resbalar, no es fácil. ¡Había gente que bajaba sentada y
agarrándose a la cuerda! ¿A qué es bonita la vista?
¡Feliz día! J
0 comentarios: