Primera escala: Madrid
¡Buenas noches! Parece que
necesito centrarme para escribir a las horas que tocan… Pero es que entre el Jet-Lag, que me tiene con los ojos
abiertos como platos hasta las tantas de la madrugada, y el ritmo tranquilo de
verano apenas cuento con tiempo para aporrear las teclas… Supongo que en pocos
días recuperaré mis rutinas…
La primera parte del viaje
a México fue una visita relámpago a Madrid. Para lanzarnos a la aventura de la
Rivera Maya cotejamos varias alternativas y la mayoría de paquetes turísticos
volaban desde la capital española, así que decidimos ir en AVE un día antes
para que nuestros niños conocieran la ciudad.
Durante la última noche
antes de iniciar nuestro viaje los nervios se palpaban en el ambiente, mis
hijos estaban emocionados mientras acababan de llenar sus maletas y su padre y
yo repasábamos el equipaje, los pasaportes, los billetes…
Nos despertamos a una hora
decente, cerca de las ocho y media, desayunamos y llamamos a un taxi. Los
minutos pasaban tan rápido que apenas contábamos con tiempo para respirar. A
las diez en punto estábamos dentro del vagón número seis, armados con máquinas
de todo tipo y un montón de emociones. ¡Increíble lo rápido, puntal y perfecto
que va el AVE!
Llegamos a la una del
mediodía y para estar libres de equipaje buscamos la consigna de la estación de
Atocha. Está situada cerca del bosque tropical, una gran zona verde bajo un
techo abovedado. ¡Es precioso! La zona para guardar maletas la tienen genial,
con seguridad y taquillas de varios tamaños.
Empezamos nuestro recorrido
en la Puerta del Sol, una plaza maravillosa que me encantó volver a ver. Hacía
un calor sofocante, el sol lucía impertérrito en un cielo exento de nubes y
apenas soplaba brisa. Caminamos hacia la Plaza Mayor observando la vivacidad de
la calle, respirando la alegría de conocer nuevos lugares.
Mi marido nos llevó a comer
al Mercado de San Miguel, un lugar precioso donde se degustan tapas de todo
tipo de pie ante una de las innumerables barras que se distribuyen por la
planta. Nos paramos en cuatro sitios distintos para probar un poquito de cada.
La comida estaba magnífica, lo único que encontré fue un precio elevado para
comer de pie…
Después nos dedicamos a
pasear por la Gran Vía, miramos tiendas, entramos en varias, compramos unas
bambas para mi niña y tomamos un granizado de limón en una terracita. ¡Fue un
día genial!
Pasadas las seis y media
regresamos a Atocha a recuperar nuestras maletas y nos fuimos al hotel que
teníamos reservado en Barajas. La noche pasó en un suspiro tras bañarnos un poquito
en la piscina para quitarnos el calor y cenar en una terraza cercana.
¡Feliz noche! J
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