¡El vuelo!
¡Buenos días! El sol luce
espléndido en el jardín, augura un precioso día de descanso en la montaña,
lleno de horas de tranquilidad, con un sinfín de actividades maravillosas.
Tengo muchísimas ganas de caminar por el sendero que une Estavar con Llívia, de
observar la naturaleza que envuelve este paraje, de respirar aire puro.
Al fin parece que mi cabeza
se adapta al horario español, ayer me dormí a las 00:45 y tenía sueño por
primera vez desde que volví de México, ¡ya era hora! Poco a poco conseguiré
recuperar mi ritmo de sueño…
Estoy feliz de tener
vacaciones, de disfrutar de la serenidad que ofrece el carecer de obligaciones
laborales por unas semanas y de permitir que mi cabeza descanse de tramas,
historias, novelas…
En el AVE Barcelona-Madrid
me propuse terminar la corrección de LME. No lo conseguí, pero avancé un montón
sin levantar la vista de la pantalla en tres horas. La novela que empezará su
periplo por las editoriales en breve me parece un buen trabajo, a ver qué
opinan los demás… Aunque para ser sincera os diré que sigo sin sentir aquella
necesidad absurda de compartir mis escritos, ahora entiendo que las cosas pasan
si deben suceder.
Nos despertamos en Madrid a
las nueve en punto para desayunar el magnífico buffet repleto de manjares maravillosos. La comida que más disfruto
del día es el desayuno, suelo despertarme con hambre y me encanta elegir entre
diversas opciones de dulce y salado.
Una hora después estábamos
en el autobús del hotel que nos llevó al aeropuerto de Barajas en menos de diez
minutos. Los cuatro estábamos tremendamente nerviosos ante las diez horas de
vuelo que nos esperaban para llegar a destino.
Viajamos con Pulmantur, un
mayorista de viajes que tiene su propia compañía aérea. Una de las cosas que
más me chocó de este viaje fue que esta línea aérea te ofrece la reserva
anticipada de asientos, previo pago de una cantidad de euros. Nosotros habíamos
reservado unas butacas de las caras para ir más cómodos (no os diré lo que nos
costó porque fue escandaloso), así que hicimos la cola para facturar las
maletas sin el agobio de pensar dónde nos colocarían dentro del avión.
A las doce en punto
aparecimos en la puerta de embarque dispuestos a volar. Nos llevaron en un
autobús, no había finger, y ocupamos
nuestros asientos. El avión estaba viejo, las teles de nuestros asientos no
funcionaban, la bandeja de mi marido estaba rota, el reposacabezas se desencajó
y encima caía agua por el conducto de aire acondicionado.
La verdad es que me quedé
absolutamente desconcertada cuando nos vendieron primero los auriculares a tres
euros la unidad y media hora después, cuando nos indicaron que ya podíamos
abrir los monitores, nos dimos cuenta de que la mitad de ellos no funcionaban.
¡Antes de vender nada deberían informar de las deficiencias! Suerte que nosotros
teníamos tres de ellos y decidimos no comprar ninguno.
En cuanto a lo del agua…
¡Es increíble que toda la rejilla del aire acondicionado estuviera llena de
papeles absorbentes para evitar que nos mojáramos! En fin, un avión decrépito
que por suerte tiene un motor en condiciones.
Llegamos a Cancún en el
horario previsto, cansados y con ganas de una ducha, una cena y una cama donde
dormir. Nos recogieron en un autobús y nos llevaron al hotel, allí no tardaron
en realizar el Check in, darnos las
pulseras del todo incluido y permitirnos que nos instaláramos en las
habitaciones. Luego a cenar y a dormir…
¡Feliz día! J
Dios mio!! Menos mal que funcionaban los motores jajaja. Que lo pases muy bien preciosa
ResponderEliminar¡La verdad es que fue una suerte! ¡Como mínimo el avión nos llevó a Cancún! ¡Un beso! :-)
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