Primer día en el hotel
¡Buenos días! Hoy es mi
último día en familia en la montaña, mi marido se va esta noche a Barcelona
para organizarse y empezar a trabajar el lunes… A mí todavía me queda una
semana de tranquilidad, acompañada por mi ordenador y mis hijos. ¡Tengo ganas
de volver a escribir! He decidido continuar con F, ¡a ver a dónde me lleva!
Ayer nos quedamos en
nuestra llegada al complejo Yucatán en Playa del Carmen. La primera noche fue
extraña debido al Jet Lag. Nos fuimos
a dormir a las cinco de la madrugada, hora española (allí eran las diez de la
noche). A las tres y media de allí ya estábamos con los ojos abiertos como
platos…
Desayunamos los cuatro en
el maravilloso buffet que se llenaba de tortillas al gusto, huevos fritos,
beicon, sándwiches calientes, fruta, cereales, donuts, magdalenas, crepes… ¡Una
bacanal de comida!
A las ocho y media teníamos
la típica charla acerca de las excursiones que ofrecía nuestro turoperador. Escuchamos al mexicano que nos intentaba
vender varias opciones y cuando nos dio la tabla de precios empecé a calcular
el máximo que me quería gastar. Al final nos decantamos por un pack que incluía
cuatro salidas: Chichén Itzá, Tulum, Coba y el parque Xcaret. Nos dejamos libre
el viernes para disfrutar del todo incluido del hotel.
La mañana pasó en un
suspiro. Nos instalamos en las hamacas de la playa, es escandaloso que las de
la piscina ya estén llenas a las siete de la mañana… Mi hijo se fue a hacer
submarinismo con un amigo que se hizo en el hotel y mi niña se subió a un
paracaídas arrastrado por una barca.
Después de comer
abundantemente en el buffet de la piscina descansamos bajo una sombra,
estirados en la hamaca. Àlex todavía estaba en el mar e Irene se bañó horas
seguidas. El agua no estaba muy fría, la del mar refrescaba un poquito más, pero
no acababa de alcanzar las bajas temperaturas del Mediterráneo a las que
estamos acostumbrados.
La playa es de arena
blanca, con palmeras y un mar azulado que se enturbia un poco en la orilla
porque los granos de arena son muy finos y se remueven con facilidad. Es una
gran extensión de tierra larguísima donde se suceden los hoteles uno tras otro.
Cuando Àlex regresó de su
expedición a la barrera de coral dejamos a nuestros hijos en el hotel y mi
marido y yo nos vestimos para ir a visitar Playa del Carmen. Fuimos en taxi,
estaba cerca del hotel, pero preferimos caminar por la Quinta Avenida.
La entrada a la zona
peatonal del pueblo es una espacio adoquinado con piedras blanquecinas y
desiguales donde se encuentran tiendas de marca, junto a las que abundan en
cualquier ciudad del mundo. Caminas un poquito más y llegas a la mítica calle
llamada Quina Avenida, donde se intercalan tiendas de todo tipo: souvenirs, marcas exclusivas, bares,
restaurantes… Es una calle larguísima, de esas en las que no ves el final.
¡Me gustó pasear por Playa
del Carmen! También fuimos a un supermercado para comprar el repelente de
mosquitos local y algunos útiles de higiene. Las picaduras se acumulaban en
nuestros cuerpos y el repelente que compramos en la farmacia de España no
servía para nada… ¡Eran bichos enormes!
A las nueve y media
estábamos en la cama cansadísimos, cenados y con la emoción de que al día
siguiente nos esperaba una maravillosa excursión…
¡Feliz día! J
Estuve hace la friolera de 16 años, en mi viaje de luna de miel, y fue un viaje maravilloso. Escogiste exactamente las mismas excursiones que yo, y fueron todas maravillosas, aunque creo que ahora ya no dejan subir a la cima de Chichen Itza (yo aún lo pude hacer y las vistas eran espectaculares) Lo que más me gustó, el parque de Xcaret. Espectacular !
ResponderEliminar¡Buenos días! Tienes razón, es un viaje maravilloso. Ya no dejan subir a la pirámide de Chichén Itzá, pero la visita valió la pena. ¡Un beso! :-)
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