Fuerte Kota y vuelta al hotel (Bantayan)
¡Buenos días! Llevo una semana un
poco estresada en el trabajo y apenas he tenido tiempo de pasarme por aquí,
pero me apetece muchísimo seguir contando mi periplo por Filipinas.
Nos quedamos en Madrilejos, con
las motos. Era tarde, no habíamos comido, pero la población tampoco era
demasiado atrayente para ponernos a buscar un restaurante. Se trataba de una
sucesión de casas bastante destartaladas con algunos comercios en los bajos.
Tiramos en busca de algún lugar
donde poder comer hasta llegar a la punta de la isla y nos adentramos sin
saberlo al Fuerte de Kota, de origen
español, que fue usado en los primeros años del asentamiento como defensa y
refugio contra los piratas moros y chinos que saqueaban pueblos y ciudades por
toda las costas de las Visayas. No había demasiado en pie, pero lo visitamos
para descubrir la huella de nuestros antepasados.
Iniciamos el retorno hacia Santa
fe por otra carretera más rural. El cielo empezaba a encapotarse y los caminos
a llenarse de arena que las ráfagas de viento ensortijaban presagiando
tormenta. Las primeras gotas cayeron en medio de un extraño camino. Como
asfaltan las carreteras a mano tardan más de lo normal y muchas veces
encuentras un sendero de arena estrecho para ambas direcciones al lado de uno
más elevado con asfalto.
Nos cubrimos con los chubasqueros
que siempre llevábamos en la mochila, tapamos como pudimos los bolsos y
mochilas y seguimos bajo la tormenta tropical. Por suerte íbamos hacia la zona
despejada y en pocos kilómetros nos deshicimos de la molesta lluvia.
Recorrimos la distancia hasta
nuestro hotel sin encontrar un lugar para comer. De repente nos sentimos
perdidos y mis hijos reconocieron el foot
court donde llevábamos dos días cenando. Pero la mayoría de restaurantes
estaban cerrados y decidimos aprovechar el del hotel.
Pasamos lo que quedaba de tarde
descansando. Yo leyendo en la hamaca frente al mar y el resto de la familia en
las habitaciones disfrutando del Wifi. Por la noche fuimos a cenar al Stumbleinn, un restaurante regentado por una pareja de australianos que vivieron
muchos años en Bali antes de asentarse en Bantayan. Ese día coincidía con su
primer aniversario de apertura y estaba lleno de los clientes habituales. Nos
ofrecieron aparte de la comida tapas diversas para unirnos a la celebración.
Comimos súper bien.
Para el día siguiente decidimos
repetir Virgin Island porque habíamos agotado las otras opciones. Fue un día
agradable donde disfruté de horas de hamaca, libro y baños maravillosos casi en
soledad.
Ese día decidimos comer en el
restaurante de la playa y resultó ser bueno y barato, aunque me llamó muchísimo
la atención la cantidad de moscas que había. Para espantarlas nos dieron un
palo con varias tiras de plástico que agitábamos mientras comíamos…
¡Feliz día! J
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