Kawasan falls y primera inmersión en Malboal
¡Buenos días! El lunes es fiesta
en Barcelona, así que dejaré la entrada para el martes… Cada día recibo
mensajes maravillosos de personas que han leído el final de la trilogía y se
quedan con ganas de más. De verdad, esta
semana está siendo muy estresante por mil cosas y esos mensajes son aire fresco
para mí.
Ayer nos quedamos en el final del
barranquismo… Fue una experiencia adrenalítica, pero muy cansada. Al finalizar
tocaba subir doscientos escalones por medio de la selva y acabé vomitando por
el esfuerzo. Pero llegué de nuevo a la base, me subí con Àlex a una moto con
conductor (sí, íbamos tres en la moto y sin casco) y nos cambiamos de ropa para
poner dirección a las Kawasan falls.
Llegamos a un parking y el
conductor nos llevó a comer en un restaurante que se encontraba en el camino a
las cataratas. Era una cabañita de juncos donde nos dieron unos platos
buenísimos.
Tras caminar un poquito nos
encontramos con la cascada. Me decepcionó bastante, estaba llena a rebosar de
chinos, había un chiringuito repleto de personas y apenas sitio para sentarse
sin pagar.
Decidí no bañarme y les esperé
leyendo. Sí, en este viaje leí doce libros, ¡una pasada! Mi familia se fue a
hacer cuatro fotos, se metieron en el agua antes de regresar al parking para emprender
la vuelta al hotel.
Cenamos otra vez en el mismo
restaurante y nos fuimos pronto a la cama.
El día siguiente amanecí con unas
agujetas alucinantes. ¡Y debía sacarme el Padi Open water! Estaba un poco atacada,
no sabía si conseguiría meterme en el agua sin que me asaltaran las imágenes de
lo sucedido. Desayuné bastante para tener el estómago lleno y me monté con mi
familia en el transporte que el centro de buceo nos mandó al hotel.
Óscar Picó estuvo pendiente de
nosotros desde que llegamos. La idea de ir sola con él me ayudó a vencer mis
últimas reticencias para colocarme el neopreno, los pesos, la máscara, montar
el equipo, colocarlo en mi espalda y caminar hacia el mar.
Esta vez entramos por la orilla,
una extensión de roca que cubría poco. Avanzamos unos metros, nos metimos en el
agua y llegamos a una pared vertical que bajaba hasta el fondo. Descender
acompañada de esa pared llena de corales me ayudó a relajarme y llegué a los
temidos dieciocho metros.
El fondo marino en Malboal es
espectacular. Fuimos a ver las sardinas, pero no eran cuatro, sino bancos
enteros. Parecía que estuviéramos en un reportaje del National Geographic.
También nos encontramos una familia de tortugas y vimos un montón de peces.
Hice todos los ejercicios bajo el
agua y cuando salí a la superficie estaba radiante de emoción. Solo me faltaba
una inmersión para conseguir el título. ¡Había vencido el miedo!
¡Feliz día! J
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