Santa fe - Madrilejos (Bantayan)
¡Buenos días! Ayer nos quedamos
en Paradise Beach, tras pasear por sus largas llanuras moteadas con hiedra, los
altos acantilados frente a un mar encabritado, la soledad de ese paraje
apartado de cualquier lugar concurrido, el sol tiñendo de azul cada pedazo de
cielo entre las nubes que se distribuían por él como si fueran pequeñas bolas
de algodón…
Nos subimos de nuevo a la moto
para poner rumbo a otra playa y darnos un baño. El calor de la isla era
bastante sofocante, hacía que la ropa se enganchara a la piel por culpa del
sudor, el sol nos acompañaba en el camino y los socavones del suelo nos hacían
botar sin remedio.
Siguiendo las indicaciones del amable
señor de Paradise Beach Campesite fuimos a parar a Placid Beach, la playa del
Anika Island resort. Ocupamos unas de sus hamacas frente al mar, pedimos un
coco y nos dimos un baño en las aguas cristalinas para quitarnos el sofoco.
Después regresamos a las motos y
emprendimos un viaje maravilloso por las carretas cercanas a la costa en
dirección a Madrilejos, justo en la otra punta de la isla.
Fue un trayecto increíble, a
medida que nos adentrábamos en el interior de Bantayan tomábamos conciencia de
cómo es la vida allí, de la forma en la que sus habitantes pasan los días, del
cambio de continente.
Los niños caminaban por los
senderos vestidos con sus uniformes. Normalmente iban en grupos de muchos a la
vez y nos saludaban al grito de hello,
agitando las manos con emoción, sin perder la sonrisa.
Las casas eran desiguales y
creaban un paisaje extraño. Chabolas al lado de construcciones de ladrillos
grises sin pintar ni terminar y entre ellas a veces destacaba una preciosa
construcción colonial con su jardín, su coche, su moto… Los cables de la
electricidad eran una maraña de hilos colgados en postes en todas las zonas más
urbanas (para decirlo de alguna manera). Pero lo curioso es que todas las casas
tenían su cable para alimentar la electricidad.
Vimos motos con familias enteras,
saludamos a un millar de niños, observamos cómo se desarrollaba la vida en el
campo, los animales sueltos que cruzaban los caminos sin control, los triciclos
de esa parte del mundo, unos tirados con una moto y otros muchos con una bicicleta,
los jeepney (antiguos jeeps de la segunda guerra mundial reconvertidos en
transporte público), los camiones anticuados llenos de productos y personas.
Es curioso cómo los filipinos van
tapados en plan tuareg siempre, cubriéndose el cuerpo con varias capas de ropa
a pesar del calor, los turbantes tapándoles la piel de la cara y el pelo…
Me pareció dar un salto en el
tiempo, como si allí todavía no hubieran adoptado los últimos adelantos que a
nosotros nos mantienen anclados a las pantallas o a un mundo donde todo gira
más rápido, sin darnos tiempo a saborear los momentos ni a disfrutar del mundo
que nos rodea.
¡Feliz día! J
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