Una mala experiencia buceando (Malapascua)
¡Buenos días! Llegamos a un
viernes fresco y bastante nublado. Y sigo sin agua caliente en casa… ¡Casi
cuatro semanas duchándome con agua helada! Y lo que me queda… Parece que
estemos en el siglo pasado… En fin, espero que se solucione de una vez.
El tercer día de curso de buceo
solo teníamos una inmersión por la tarde. Durante la mañana no buceamos y ahora
no recuerdo qué estuvimos haciendo… Sé que era algo en el centro de buceo
porque me recuerdo dentro del cuarto donde nos pasaron los vídeos…
Comimos en un restaurante que me
encantó, La Isla Bonita. No es de los turísticos de la playa y hay una
selección alucinante de comida buenísima. Los precios también son más
asequibles que los de los restaurantes frente al mar y está muy bien
acondicionado.
Por la tarde teníamos nuestra
primera inmersión seria… Preparamos los equipos, nos vestimos con el neopreno, nos
cargamos los chalecos a la espalda y caminamos por la playa con las cajas en
las manos hasta llegar a la barca que nos llevaría a una preciosa zona llena de
corales y fauna marina.
Esta vez nos tocaba lanzarnos al
mar desde la barca, de espaldas. Da un poco de vértigo, y más tras ponerte las botellas
e intentar levantarte… Pero lo hice, me puse en pie con muchísima dificultad,
conseguí llegar al borde superior del barco, me puse el respirador y la máscara
y coloqué las manos cómo me decía Joan antes de saltar al vacío.
Había muchísima corriente. Ellos
estaban agarrados a una cuerda y yo debía nadar contracorriente para
alcanzarlos. Me costaba muchísimo avanzar, el peso y la fuerza del agua me
impedían hacerlo con soltura. Puse esfuerzo y ganas y al final llegué a la
cuerda, donde me agarré con fuerza para no alejarme.
Irene estaba nadando muy lejos,
no llegaba y estuvimos un rato largo esperándola.
Yo empecé a resollar por el
esfuerzo de aguantarme porque la corriente intentaba arrastrarme. Cuando al
final mi hija llegó estaba exhausta, pero con deseos de seguir con la
inmersión.
Bajamos por la cuerda casi doce
metros. Para evitar mi problema con los oídos paré bastantes veces a ecualizar
y al llegar abajo me di cuenta de que no había nadie. Entre las gafas enteladas
y la visibilidad un poco emborronada del mar no solo atisbé unas aletas nadando
hacia una dirección.
No me habían esperado…
Empecé a nadar con fuerza hacia
la dirección en la que se habían ido, pero respiraba con dificultad y me
costaba moverme. El pánico empezó a invadirme, mis resuellos se intensificaron
y empecé a pensar que me faltaba el aire. Entonces hice lo que nunca se debe
hacer, respiré por la nariz en un arranque de miedo. Y como había agua dentro
de las gafas la tragué provocándome un ataque de tos.
En ese instante mi primer impulso
fue quitarme las gafas y el respirador. No veía a nadie, estaba sola y
necesitaba calmarme, pero no podía. Por suerte tuve la suficiente frialdad como
para no arrancarme nada y subir a la superficie. Una vez arriba hinché el
chaleco y me dejé llevar por la corriente hacia la barca. Mis jadeos estresados
mostraban el estado de ansiedad, necesitaba tranquilizarme ya.
Al llegar a la barca le dije al
barquero que no había podido avisar a nadie, que estaba sola bajo el mar. Él me
ayudó a quitarme el equipo en el mar porque no estaba en condiciones de subir
con él a cuestas y me dijo q no me preocupara. A los pocos minutos el resto de
mi familia emergió con Joan…
¡Feliz día! J
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