Cena de reencuentro
¡Buenos días! Ayer tuve un reencuentro genial, de
los que me reconcilian con la idea de recordar otros instantes de mi vida.
Hace cuatro años que mi hija terminó la primaria
en un colegio que se acababa en ese curso. Con las madres de su clase se
crearon unos vínculos preciosos. Nos veíamos cada día al recoger a los niños,
charlábamos, organizábamos fiestas, salidas, meriendas, horas de parque…
Cuando Irene empezó en su nuevo colegio de
secundaria perdimos el contacto y yo cambié mucho mis hábitos. Empecé a
trabajar más horas en la consultoría, a llevar una cantidad mayor de empresas y
a sumergirme en las novelas en mis horas libres.
Dejé de salir con amigas, de ir a buscar a los
niños al colegio, de ser un taxi a tiempo completo y de ver a las madres a la
salida del cole. Mi vida cambió, se adaptó a una situación fabulosa para mis
artes creativas y acabé con una rutina importante a la hora de buscar huecos a
la escritura.
Estoy convencida de que fue lo mejor, el mayor
acierto de mi vida, porque escribir me llena de vitalidad y de energía positiva,
pero me alejó de las relaciones sociales en muchos aspectos.
Ayer nos reunimos de nuevo para charlar de nuestros
hijos, de nuestras trayectorias los últimos años, de los cambios en nuestras
vidas. Y fue increíble. Me sentí como si el tiempo no hubiera pasado y
volviéramos a ser ese grupo de entonces que esperaba a los niños en la puerta
de la escuela unos minutos antes de su abertura.
De una cena como la de ayer se podrían sacar mil
ideas para una novela. Hablar con otras personas consigue llenar mis ansias de
crear personalidades dispares, de descubrir otras maneras de actuar frente a un
problema, de ver la vida con un prisma determinado.
Escuché algunas conversaciones con la mente
abierta, ávida de absorber hasta la última gota de información, gestos,
palabras y reacciones, como si mis ojos funcionaran como una cámara que puede
grabar las impresiones en el disco duro del cerebro.
Muchas veces me preguntan de dónde saco las ideas
para las historias, cómo puedo estar ahora escribiendo dos a la vez y no tener
crisis creativas. La respuesta es sencilla, como mínimo para mí. Se trata de
vivir con la antena puesta, de sentir, de vibrar, de escuchar, de observar en
cada faceta de la vida. De una cena como la de ayer se puede llenar el saco de
la creatividad si se está atento.
Tengo claro qué quiero hacer con mi tiempo libre: aporrear
las teclas del ordenador al salir del trabajo, los fines de semana y cualquier
instante de ocio. Soy feliz con esa afición, es parte de mi vida y la mejor
manera de pasar por mil aventuras sin comprometer el presente.
¡Feliz día! J
0 comentarios: