Un apertivo de RANP
¡Buenos días! El calor parece decidido a quedarse
con nosotros y estoy contenta. Me gustan los días soleados, con el cielo azul.
Tienen una luz especial, huelen distinto y el sonido es plácido, como si la luz
pudiera disparar la calma a través de ondas sónicas.
Estoy indignada con un suceso increíble. Mi hijo
es un conductor prudente, desde que le regalamos la moto para su cumpleaños le
he seguido algunas veces y me ha mostrado que no se arriesga ni comete
imprudencias.
El lunes tuvo un incidente. Mientras circulaba por
la calle un coche blanco se le tiró encima, le arrolló y le destrozó el
caballete y el carenado. Por suerte Àlex consiguió aguantar en la moto, sin caerse.
Lo
indignante del caso es que el conductor del coche blanco siguió conduciendo, sin
pararse a ver si mi hijo estaba bien o dar sus datos para un parte con el
seguro. Se fue sin más.
Imagino cómo tendrá la carrocería. El caballete
está completamente doblado, se debe cambiar entero y el carenado de la moto
está lleno de pintura blanca, lo que significa que la rayada del vehículo ha de
ser épica.
Ayer llevamos la moto al mecánico y nos dio la
mala noticia de que teníamos que pagar una cifra importante para solucionar el
choque. Y a mí me parece indignante que la gente sea así, que si arrollas a un
chico puedas largarte sin medir las consecuencias para él.
Quedan seis días para la irrupción de Rumbo a ninguna
parte en las librerías virtuales y siento el tic, tac del reloj llenarme de sonrisas
emocionadas. Hay momentos en los que repaso algunas escenas, con los nervios a
flor de piel y la sensación de que la historia de Bruno y Aurora merece ser
contada.
Me encantan sus conversaciones del principio, ese
tira y afloja entre el chulo y la indignada. Son juegos dialécticos llenos de
deseo escondido. ¿Queréis leer uno? Os voy a poner un aperitivo para que los
conozcáis un poco.
«—Buenos días chicas —nos saluda—. ¿Preparadas
para este coñazo?
Se sienta a mi lado y la taquicardia escala
posiciones cuando me lanza un beso.
—Aurorita, estás para comerte —ironiza con una
carcajada—. ¿Nos vamos a mi habitación?
—¡Vete a la mierda! —le espeto con malas pulgas,
encarándome a su mirada—. Tío, estás mal de la cabeza si crees que me voy a
bajar las bragas contigo. ¡Me pareces un chulo cabrón sin cabeza!
—¡Uuuuu! —exclama él con una carcajada—. ¿Un chulo
cabrón sin cabeza? —Se ríe—. Tranqui, nena. Soy inofensivo.
Cruzo los brazos bajo los pechos y giro la cabeza
en un gesto brusco.
—Los tíos como tú no se merecen ni los buenos días
—digo con rabia, controlando como puedo los tembleques de mis piernas—. ¿Te has
parado a pensar que quizás no le interesas a todas? ¿O estás acostumbrado a que
caigan rendidas a tus pies con esas bromas baratas? —Le miro directamente a los
ojos—. Ese juego no va conmigo, a mí me gustan los tíos maduros, con las ideas
bien puestas y no los niñatos que van por la vida como si fueran los putos amos
del mundo. ¡Así que déjame en paz de una jodida vez!
No entiendo por qué se empeña en empezar uno de
estos numeritos cada vez que nos vemos, parece que me los dedique
exclusivamente a mí. Le he pescado varias veces mirándome en secreto, como si
él también sintiera una conexión conmigo.
Aprieto los puños con fuerza, clavándome las uñas
en las palmas para controlarme pero, a pesar de las órdenes que lanzo a mi
mente con firmeza, el corazón sigue empeñado en latir al doble de velocidad y
en el estómago siento unas cosquillas inquietantes».
¡Feliz día! J
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