¡Qué nevada!
¡Buenos
días! Recién aterrizada de las montañas, con la cabeza en las nubes y con una
ancha sonrisa… ¡Ojalá siempre me sintiera así de tranquila y feliz! Es una
grata manera de avanzar por la vida, una fantástica… A veces me encantaría
dedicarme únicamente a lo que me gusta…
Este
fin de semana me he calzado las botas de esquí dispuesta a dejar atrás el mal cuerpo
que se me quedó tras romperme los ligamentos cruzados en una caída hace un par
de años y volver a disfrutar de este deporte que me encanta. Aunque no es fácil…
El
sábado empezó a nevar muy pronto, a las nueve de la mañana. A medida que nos
acercábamos a las pistas los copos eran más densos y compactos, cuajaban sin
problemas en el asfalto y el campo, donde ya había un grueso considerable de
nieve.
Mi
marido condujo con prudencia, pero sin decidirse a poner las cadenas. El
paisaje del valle, ya sobrecogedor normalmente, era precioso, con la estampa
blanca llenando las copas de los árboles, la hierba, la vista…
Llegamos
al parking sin problemas y, a pesar del mal tiempo y del frío, decidimos
esquiar un rato. Cuando no has de pagar el forfait
porque tienes el de temporada ves estas ideas de otra manera… Así que nos
armamos con el equipo necesario, subimos en el tele huevo que te lleva hasta
las pistas y nos tapamos como pudimos para capear el temporal.
Yo
no llevaba las gafas adecuadas y no veía absolutamente nada. Esquíe mal, sin
demasiada emoción y con los nervios agarrotándome las piernas. Pero bajé, me
deslicé por la nieve durante más de dos horas, aguantando estoicamente el
viento, los copos de nieve que se ensañaban con mi cara, el frío… Al final la
queja fue general y nos fuimos a casa. Las carreteras estaban fatal, la nieve
seguía cayendo con una densidad intensa y cubría el asfalto con una capa que no
era idónea para conducir. Tardamos más de una hora en hacer un trayecto de
media.
La
tarde se escurrió entre la comida, la siesta y las horas de lectura
desenfrenada. Lloré como una magdalena mientras desgranaba el final de la
historia que alguien muy cercano construyó. Uffffff, ¡me pasé una hora entera
llorando!
A
las seis decidimos arriesgarnos a ir a por comida a Bourg Madame, pero la
nevada seguía con la misma intensidad y al final acabamos con unas pizzas compradas
en Llívia y unos espaguetis para el día siguiente.
Fue
un día precioso, no paró de nevar hasta las nueve de la noche, hora en la que
estábamos en la cama con mi niña mirando una película. Mi mente voló a un lugar
lejano, a Villa Eudora, con Pam casas y Hugo Sánchez estirados en la cama,
tapados con una manta, leyendo el diario de Eudora, descubriendo secretos del
pasado demasiado intensos como para no despertar sentimientos encontrados en su
interior… Creo que de todas mis novelas La
Baraja es la que tiene la mejor historia… ¡Adoro a Pam ya Hugo!
¡Suerte
que ayer hizo un día de sol radiante y me saqué la espinita!
En
fin… Toca regresar a la realidad, dejar el mundo de fantasía, ducharse e ir a
trabajar…
¡Feliz
día! J
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