Los caminos de la imaginación
¡Buenos días! El fin de semana me ha pasado en un
suspiro, con un bloqueo del quince, muchas horas dedicada a ver series de
televisión antiguas para recuperar la inspiración y una visita al cine.
Fui a ver El
héroe de Berlín. Me apetecía conocer esta historia real del corredor Jessie
Owens, una figura increíble de la historia americana que desafió los límites de
la velocidad en una pista de atletismo. Consiguió cuatro medallas olímpicas en un
Berlín dominado por el nazismo, estableciendo nuevos récords que tardaron
veinticinco años en ser superados.
La película no solo presenta las maniobras de los
nazis para conseguir la participación de Estados Unidos en sus juegos olímpicos
y cómo se vivía la situación en sus calles pocos años antes de la Segunda
guerra mundial, también ahonda en un tema delicado y muy duro: la manera en la
que se trataban a los negros en la USA de los años treinta.
El odio racial de los nazis contra los judíos es
ampliamente conocido, pero el racismo norteamericano me pareció increíble. En
la película se palpa cómo vivían los negros con una manera llana de tratarlo,
sin crudeza, y esa realidad me encogió el corazón. A veces constatar las
realidades me da una visión demasiado dura de lo que sucedió.
Leer es una manera de descubrir partes del pasado,
pero verlo en la pantalla muchas veces intensifica la percepción de algún
suceso. Mientras leía la serie Forastera,
de Diana Gabaldón, me imaginaba las vicisitudes de Jaime de una manera no
demasiado cruel. Al enfrentarme a la serie televisiva Outlander hubo partes que me impactaron.
La lectura es un medio para dejar vagar la
imaginación. A través de las páginas de un libro puedes sentirte parte de la
historia, mientras que en la pantalla nunca llegas a traspasar esos límites. Aunque
yo muchas veces lo consigo una vez salgo del cine.
Alargar la mano y tocar la de algún protagonista
de una serie o una película o un libro que me ha dejado huella es posible
gracias a la imaginación. A veces los guardo en mi interior, los hago crecer,
les siento y suspiro con ellos. Es como si vivieran a través de mis
pensamientos y me acompañaran durante el camino.
Supongo que mi bloqueo se debe a un agotamiento
mental tras escribir tres novelas en los últimos ocho meses. Si a esto le sumo
la corrección de Rumbo a ninguna parte,
con la suma de veinte nuevos folios, es posible pensar que he forzado demasiado
la máquina y ahora me pasa factura.
Sin embargo he de recuperar el ritmo, novelar la
última parte de la serie Sin ti para
centrarme en la promoción de Rumbo a
ninguna parte.
Sí, mi ritmo siempre es trepidante. Cuando me
preguntan cómo lo hago no sé qué responder, porque yo tengo la sensación de que
escribo poco… El quid de la cuestión está en dedicar las horas libres a algo
que me apasiona, organizar el horario y buscar los momentos para ser feliz
frente al ordenador.
¡Feliz día! J
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