Emociones

7:07 Pat Casalà 0 Comments

¡Buenos días! El calor abrasador sigue ahogando las calles de Barcelona. Es asfixiante, pero a mí me gusta más el calor que el frío, la niebla o la lluvia.
Ayer tuve una preciosa conversación con una amiga. Cuando pronuncio esa palabra se me llena la boca con una ilusión intensa, dándome cuenta de su significado, de los años trascurridos desde que me parecía un sustantivo hueco en mi vida.


Amiga. Ufff, ese concepto se me escapaba de joven, cuando lo único importante para mí eran esas historias que llenaban mi cabeza de mil sensaciones, de mil ideas, de mil personas que no conocía, pero me parecían reales.
A veces necesitaba quedarme quieta, cerrar los ojos y respirar para ver cómo enfrentaba las emociones que me invadían sin previo aviso. Eran como un huracán que arrasaba con mi serenidad, como si de repente mi cuerpo fuera presa de un amasijo de sensaciones ajenas al momento.


Tenía una empatía demasiado arraigada con los protagonistas de las películas, series y libros que devoraba sin recuperar el resuello, enganchada a las páginas de las novelas sin despagar los ojos de las mágicas palabras que me engullían en un remolino de emociones. Y a veces pensaba en ellos, en mis historias particulares, aquellas que me inventaba cada noche antes de sucumbir al sueño, y esas sensaciones se expandían por mi cuerpo como si fueran un veneno para mi serenidad, como si no les importara el momento o mi realidad.


En esa época no sabía cómo centrar esa maraña inconexa de sentimientos ni cómo encarar la necesidad de mi mente de darles vida a las historias leídas o inventadas. Porque a veces me detenía en medio de una clase, de una conversación, de una cena, de cualquier instante y algo me recordaba a aquel personaje varado en una página de un libro, de una pantalla o de mi imaginación. Y necesitaba saber qué le pasaba, materializarlo para agarrar su mano y hacerle mil preguntas, convertirlo en mi verdadero amigo y pasear con él por mi realidad.


Lloro con facilidad al leer o ver películas, de emoción, de tristeza, de empatía, de felicidad. Siento cien veces más que los demás. Me cuesta no hacerlo. Pero durante demasiados años no sabía cómo contener ese mundo de emociones. Hasta que decidí internarme en mis mundos paralelos, dejarlos salir en un folio de Word, formar palabras, frases y párrafos llenos de significado, cargándolos de esa carga emocional que me ahogaba.


Os quiero dejar la reseña que la administradora del blog Tesorera de libros publicó ayer sobre Cada día te espero a ti (enlace). Poco a poco la web se llena de opiniones, de reseñas, de personas que hablan acerca de Julia y Zack, de Fort Lucas, de Swan (aixxxxx, mi Swan), del Maggi’s, de esa historia que me arrebató el alma durante demasiado tiempo, llevándome a Texas con mil emociones.

¡Feliz día! J     

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