¿Cómo lo titulo?
¡Buenos días! Amanece con
un sol espléndido para celebrar una boda, ¡y la de hoy me hace especial
ilusión! Se casa una persona muy cercana, a la que quiero muchísimo y que lleva
un año planeando este día. ¡Qué ilusión el guiño del día! Sol, calorcito, buen
día…
Cada mañana me siento a
escribir una entrada, muchas veces cuando la releo horas después cambio algunas
palabras o signos de puntuación, porque los escritos necesitan madurar para que
afloren sus fallos. Supongo que cuando terminas de escribirlo te invade una
ceguera propia de las emociones que sientes mientras construyes el texto.
El post lo preparo en casa
y lo dejo en un borrador para repasarlo una vez cuando llego al despacho.
Incluso así se me escapan puntos, comas, palabras, tiempos verbales… La
costumbre de publicar cada mañana hace que mis escritos sean erráticos y que a
veces carezca de tiempo para corregir como toca.
Igualmente, me encanta
enfrentarme al reto de buscar algo qué decir cada mañana. Es un ejercicio
perfecto para desarrollar las habilidades literarias propias de cada persona,
como si en la escuela te pidieran una redacción de tema libre cada día, seguro
que al final sería una rutina cómoda.
Normalmente encuentro algo
que compartir en la bloggosfera, soy
habladora por naturaleza y no me imagino a mí misma sin nada que decir. Siempre
me ha gustado explicar instantes de mi día a día, sacarle punta a las
situaciones, darle vida a las emociones que nos acompañan durante la jornada,
exorcizar las angustias con frases cargadas de sentimiento…
Hay mañanas en las que apenas encuentro
sentido a los párrafos dispersos que llenan el folio, pero igualmente aporreo
el teclado en busca de ideas inconexas que plasmar en el Word. Lo curioso es
que después las visitas del blog se mantienen en una media de cien diarias…
Mi reto de no abandonar la
escritura matutina se cumple más allá de las expectativas iniciales. Tras dos
años y medio sigo en el redil. Me ayuda a encarar el día con positivismo, a
deshacerme de mis ansiedades puntuales, a dejar constancia escrita de momentos
mágicos, y es un muro donde se plasman mis inquietudes.
Cuando tengo el folio del
Word lleno, los párrafos repasados, las ideas frescas y las emociones sosegadas
me enfrento al momento crítico: ¿cómo lo titulo? Con las novelas ese punto es
el primero, tras encontrar unas palabras que encabezan la narración me lanzo al
primer capítulo.
En los posts el proceso es al revés. Primero escribo, luego titulo. Y he
de confesar que muchísimas mañanas me quedo unos minutos frente a la pantalla
sin saber qué conjunto de palabras resumen mi escrito.
Cuando la entrada habla de varias cosas no hay
una manera de sintetizarla. Los días que encadeno ideas parecidas no encuentro
maneras de diferenciar un texto de otro. En cambio hay mañanas que la bombilla
de cómo titular mi texto aparece sin pestañear.
Hoy era fácil, ¿no?
¡Feliz día! J
Me gusta como escribes ,me gusta tu perseverancia ; tu sencillez ,tu claridad , tu simpática amenidad... y también ,¡cómo no¡ , tu deliciosa irresolución . por si no lo sabes , tus seguidores , ¡te amamos más¡ , cuando espontáneamente nos refieres tus vacilaciones literarias ,que lejos de restarte meritos te los reporta multiplicados por la honestidad de tus palabras .
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias por tus palabras! ¡Un beso!
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