Mil cosas por hacer...
¡Buenos
días! A veces las cosas salen bien, aunque para ello necesitan esfuerzo y
tesón. Cuesta entenderlo al principio, y más a adolescentes hormonados, pero normalmente
el trabajo duro se ve recompensado con buenas noticias.
Ayer
fue un día intenso, con una reunión de trabajo de cuatro horas, muchos informes
que preparar para hoy a las diez, una llamada con una grata sorpresa y una copa
en maravillosa compañía. ¡No se puede pedir más!
Y
al fin llegamos al viernes, el mejor día de la semana con diferencia, el que se
termina la jornada laboral y sabes que tienes dos largas jornadas de descanso
por delante. A ver si retomo la escritura de la novela y empiezo con mi vida
normal…
Sigo
sin tener la sensación de que entramos en una rutina, me faltan los horarios
escolares, las tardes de actividad, las horas de estudio, planificar los Tuppers de las comidas…
Y
sigo completamente dispersa, sin centrarme en lo importante. Quizás necesito
readaptarme a los horarios y al trabajo estresante. Aunque a veces pienso que
debería convertirme en un procesador Intel Core TM para abarcar las mil y una
cosas distintas que implica llevar la administración, la contabilidad y la
fiscalidad de cinco empresas y de una fundación.
Por
suerte todavía tengo la cabeza bien amueblada y soy capaz de llegar a todo,
unas veces con más estrés y otras con menos, pero el trabajo está a punto
cuando toca… De lo que carezco ahora es de tiempo para la literatura y si el
trabajo sigue así, cada vez tendré menos.
Ser
madre de dos adolescentes implica mucha dedicación a ellos, a los estudios, al
orden, a su carácter rebelde… Y si además quiero bailar cuatro veces por
semana, pues mis horas de escritura se reducen drásticamente. Pero vale la
pena, la vida está para disfrutarla, para exprimir el jugo de cada instante y
para dedicarme a crear historias cuando me apetezca.
Sé
que si mi día a día fuera como en verano escribiría una novela cada tres o
cuatro meses. Si tengo el día entero para pensar, escribir y pasear mi
inspiración se desata con fiereza. Pero de momento esa realidad es algo etéreo
y lejano que no pasará, por eso hay que sonreír cada día y dejar que la ilusión
capitanee qué quieres hacer.
¡Feliz
día! J
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