Quien espera, desespera

10:01 Pat Casalà 2 Comments


¡Buenos días! Os dije que quería pasarme el fin de semana descansando, y así voy, ayer no toqué el ordenador más que un ratito por la mañana para dejaros una huella escrita en el blog de mi paseo por las letras…
Tras dos semanas de envío cibernético de LME empiezo a sentir las cosquillas inquietantes de la espera, aunque dije y repito que no las iba a dejar entrar. No quiero pasarme el resto de mi vida con la sensación de que algo mágico va a pasar, porque en realidad la magia está en cada instante, en exprimir lo que se tiene y en soñar sin anhelar.
 Ya lo decía Amado Nervo, poeta y periodista mexicano: «No es aventurado esperarlo todo. No le cuesta más trabajo a esa corriente formidable de la vida, en que están las causas y los efectos, llenar un ánfora grande que un ánfora pequeña». Hay que saber hasta dónde llega nuestra capacidad de sonreír y darle la importancia justa a cada deseo.
Muchas veces escuchamos ese dicho popular tan sabio que dice que «quien espera, desespera». Y sí, es tan difícil renunciar a lo que una desea desde niña que a veces la frustración de no saber si se llegará algún día a la cima de tus esperanzas desestabiliza el equilibrio. Pero me prometí a mí misma que dejaría a un lado esas esperas infructuosas que lo único que levantaban eran castillos en el aire sin una base sólida que los sustentaran, y cuando se derrumbaban por un embiste del viento aniquilaban mi serenidad.
Friedrich Wilhelm Nietzsche, poeta, filólogo, músico y filósofo alemán, lo resumía en una frase interesante: «La pasión no sabe esperar. Lo trágico de la vida de los hombres estriba frecuentemente en no saber esperar». La pasión es indomable, cuando alguien desea llegar a una meta con fervor es difícil detener el engranaje de las emociones para calmar el espíritu y pararse a disfrutar del camino. Normalmente nos ciegan los anhelos de lograrlo y no somos capaces de ver lo que hemos conseguido a base de lucha y perseverancia hasta que un día nos plantamos y miramos a nuestro alrededor con la capacidad de sentir la magia que nos envuelve.
Un poeta alemán conocidísimo, llamado Rainer Maria von Rilke, postuló: «No olvides nunca formular tu deseo. Creo que no se cumplen, pero hay deseos a largo plazo que duran toda la vida, de modo que no podía esperarse su cumplimiento». Es una manera de vivir muy acertada, pedir, desear y sentir sin que ese deseo te pese demasiado.
Cada vez que encuentro una pestaña la pongo sobre la palma de mi mano y le pido al Cosmos que me traiga un deseo antes de soplarla. Las velas de mi cumpleaños siempre reciben la misma petición cuando cierro los ojos un segundo, cuando las luces están cerradas y solo ilumina su llama, luego soplo y sonrío. Tengo una pulsera de cordel en la muñeca desde hace dos años, a ella le pedí algo importante y pensé que tendría posibilidades de conseguirlo mientras no se desatara… Esas pequeñas supersticiones me ayudan a sonreír, quizás la Providencia me conceda algún día ese deseo, pero de momento soy consciente de lo mucho que tengo y de lo importante que es disfrutarlo.
Ya lo decía el escritor y filósofo francés Bernard le Bovier de Fontenelle : «Esperar una felicidad demasiado grande es un obstáculo para la felicidad». ¡Una gran frase! Me costó demasiados años entenderlo…
¡Feliz día! J

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