El camino de la introspección
¡Buenos
días! Camino hacia un día lleno de sorpresas, con un montón de trabajo y una
entrevista con el profesor de mi hija. No he dormido demasiado, ayer estaba tan
desvelada que me fui al salón a mirar la tele para conseguir que Morfeo me
atrapara, pero se resistió durante horas.
No
hacían nada en la tele, nada que a mí me inspirara, y me costó un buen rato
decidirme a dejar un programa que nunca antes había visto: La Voz. No soy muy amante de los Reality ni de los programas rosa, soy de las que prefieren una
buena serie o una buena película para pasar el rato. Sin embargo no tenía sueño
y mi experiencia me dice que cuando estoy así necesito despejarme.
Así
que ya me veis en el salón de casa, con la tele encendida y mirando a los
concursantes que deseaban entrar en el programa. Y quizás estaba sensiblera,
porque lloraba cuando les decían que sí y también cuando ninguno de los
cantantes se giraba y quedaban fuera del concurso.
Últimamente
he cambiado mi manera de afrontar la vida, ya no soy aquella jovencita ingenua
y emocionada que un día entró en el edificio Planeta con su manuscrito bajo el
brazo y una emoción intensa. Ya no pienso que la vida tiene mucho que ofrecerme
ni que lo mejor está por venir. Ya no siento que las letras son mi pasaporte
para subir la escalera de mis aspiraciones. Ya no me agobio esperando los emails que nunca llegan ni el contrato
maravilloso que me concederá los sueños y los anhelos largamente esperados.
Ver
a los aspirantes de La Voz, descubrir
su frustración o su alegría al saberse dentro o sentir que están fuera, me
demostró que en la vida no puedes jugártelo todo a una carta, que hay muchos
cantantes, muchos escritores, muchos pintores, muchos artistas de cada
disciplina que desean triunfar y que en la lotería de la vida solo algunos lo
consiguen.
El
otro día mi querido Fran me decía que estoy en una época de introspección, y es
completamente cierto. Ahora me planteo las cosas de otra manera, ya no espero a
que mi vida dé un salto hacia delante, ni siento que hay algo maravilloso
esperándome tras un horizonte inalcanzable.
¡Qué
razón tenía San Agustín! «No es más rico el que más tiene, sino el que menos
necesita». Valorar cada instante te concede el mejor de los regalos: una sonrisa
y una intensa felicidad. Si no eres capaz de descubrir lo maravilloso que has
logrado en la vida, no tienes la capacidad de sentirte plena.
Solo
la Providencia sabe qué sucederá mañana y es más sano no especular, no esperar,
no sentir que necesitas un cambio para que tu vida sea colmada, no dejar
escapar la oportunidad de emocionarse con las situaciones cotidianas… ¡Suerte
que no tengo una bola de cristal! Creo que lo mejor de nuestra existencia es
dejar que las cosas fluyan…
¡Feliz
día! J
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